miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 7: Aria...¿Cómo en las Matemáticas?


Ryan.

Me dolía el cuerpo. Mucho.

Apenas sentía mi brazo derecho. Y por algún extraño motivo no estaba de buen humor. 
Así que cuándo sentí unos constantes y ligeros golpecitos en mi costado, realmente me molestaron. 
Me moví ligeramente, intentando que pararan. Para mi desgracia, no lo hicieron, si no que aumentaron de fuerza haciéndome daño. 
Me acerqué más al cuerpo del que debía  de ser Mason, pero no tuve éxito. 
Entreabrí mis ojos para divisar lo que no paraba de golpearme, y en parte me quedé sorprendido al ver que era un pie. La deportiva gris y azul se volvió a hincar con más fuerza que la anterior en mi costado, y costillas, y tuve que fruncir el ceño. 
¿Quién me estaba golpeando?
Palmeé el suelo hasta encontrar el cuerpo inerte y dormido de Mason, no era él. 
No me quedó otra opción. 
Abrí los ojos solo para ver al responsable de que me hubiese despertado. 
Levantando ligeramente la cabeza, observé un sombra de pie, en frente de mí. 
Quizás era mi padre, Dafne, el matrimonio Ritcher o uno de los muchos invitados que se habían quedado durmiendo en el suelo de mi salón después de emborracharse como nunca había visto, y ahora se acababan de despertar sin saber lo que había pasado ya que la gran resaca que debían tener no les permitía si quiera el intentar recordar algo de lo sucedido anoche. 
Esperé a poder enfocar y cuándo lo hice me alarmé. 
No era ni mi padre, ni Dafne ni nadie que conociese en absoluto. Una capucha gris al igual que la sudadera y el pantalón ancho que llevaba, le tapaba toda la cara haciéndole sombra y no permitiéndome ver sus rasgos, atada con un nudo en la parte de su garganta, supuse que era para protegerse algo más del frío viento del otoño. 
Sus manos estaban en el bolsillo gigantesco del medio haciendo que la sudadera fuera aún más bonbacha. 
Miré sus escondidos ojos que parecían verdes, mientras sacudía ligeramente mi cabeza por la confusión.
Fue un segundo el que tarde en reaccionar, 
Cogí su pie rápidamente y antes de que pudiera moverse, tiré de él haciendo que cayese al suelo. Y mientras su cuerpo golpeaba contra la superficie de madera de mi salón produciendo un golpe seco, me incorporé con agilidad y me puse encima de él inmovilizándolo. 
Bendito Kárate.
¿No lo había dicho? 
Era cinturón negro en Kárate y llevaba desde los siete años practicándolo, y realmente lo adoraba.
Me encantaba, y me hacía sentir bien, sobretodo cuando estaba de mal humor o furioso, era una buena forma para descargar ira.
 Por eso cuándo entré en el instituto y todos los clubs de deportes me pidieron que formara parte de ellos, solo pude dirigirme al de Kárate en el que actualmente soy el capitán. Éramos bastante buenos, y habíamos ganado más de una competición con excelentes resultados. 
 -Uh... ¿Qué ha pasado?- oí murmurar a Mason detrás de mí, mientras el encapuchado salía de su momentáneo aturdimiento y se removía debajo de mí, intentando que soltase sus muñecas a las que tenía sujetas.
-¡Despierta! ¡Llama a la policía! ¡Hay un ladrón! ¡Corre!- le grité yo, mientras le miraba de reojo.
Él bostezó, y luego observó la escena impresionado.
-Tú flipas.
Una voz diferente a la de Mason y que provenía de debajo mía, me dejó congelado. 
-¿Qué? - pregunté yo atontado, por lo que creía que sabía en ese momento, pero necesitaba otra prueba. 
-Que-tú-fli-pas. 
Repitió sarcastica y burlonamente aquella persona.
-Espera...- dije yo inseguro. ¿Era lo que creía él?- Ni te atrevas a moverte. Soy un genio en el Kárate.
-Si... te lo puedo asegurar- me apoyó Mason detrás mía.- ¿Verdad?
Y entonces una pequeña sonrisilla cruzó por mi rostro. Sabía a que venía aquel comentario. Cuándo teníamos los once años, recuerdo que me dio un susto por detrás y yo solo le pude hacer una llave, que le dejó inconsciente durante unos minutos. Y desde ese día me dijo que jamás, jamás volvería a interesarle el kárate, en su vida. 
-Fue gracioso.- le contesté a aquel pensamiento que estaba segura que debía tener en este momento. 
-¡Ja!- rio él sin gracia. 
Entonces me aclaré a mi mismo donde estaba, o más bien que estaba haciendo. Y volví toda mi atención a aqul sujeto.
Solté una de las muñecas mientras ponía excesiva fuerza en la otra, así, no podría escapar. Y pareció que mi amenaza hizo efecto ya que no intentó nada. 
Alzé mi mano libre y con sumo cuidado deslié como pude el nudo de la capucha y la eché para atrás, dejando a la vista el rostro del ladrón. 
 Dos ojos verde color militar fue lo primero que vi, para después fijarme, en sus labios rojos entreabiertos  y cortados por el frío, y sus gracisos mofletes, coloreados ahora que miraba fijamente. 
-Whoa... ¿Quién esta señorita? - preguntó Mason detrás de mí, acercandose ligeramente hasta poder verla en condiciones.
Mientras yo, aún embobado observaba como su pelo marrón largo se expandía por la tarima de madera, y su pecho subía y bajaba a velocidad, por el golpe y la adrenalina sufrida hacía unos momentos, al igual que yo. 
Y la pregunta de Mason, era una buen pregunta. 
¿Quién era ella? ¿Y que hacía en mi casa?
Me contesté a mi mismo.
-Es una ladrona. 
 -No.- lo negó ella, girando un poco su cabeza. Mason me miró expectante para saber que hacía. 
-¿No?- pregunté yo.- Vale, si no eres una ladrona,  ¿Cómo es que has entrado a la casa?
Ella suspiró y pusó sus ojos en blanco. 
-No es mi problema que os dejaseís la puerta del jardín abierta. 
¿La puerta del jardín?
Mierda. 
Era lo úncio que no había revisado, y aunque podía ser una mentira muy bien actuada algo en mí me decía que no era así. Me había dejado la puerta trasera abierta de par en par. 
-No se si creerte...- dudé supuestamente yo, aunque sabía que el error había sido mío. 
-Una cosa, en serio piensas qué si fuera una ladrona te hubiera despertado. ¿Para qué? ¿Para que me atrapases? Piensa un poco, no es tan díficil.- soltó la chica como si todo lo que había dicho fuera de sentido común. Que tecnicamente si que lo era.  
La carcajada de Mason, se hizo presente. 
-Buen punto.- dijo él.- Te ha pillado. 
Bufé. 
En parte tenía razón, no tenía sentido despertar al dueño de la casa en la que precisamente vas a robar. 
-De acuerdo...- cedí yo, resignado. No me gustaba dar mi brazo a torcer. - Te voy a soltar pero ni se te ocurra moverte. ¿Entendido?
Esta vez, la que bufó fue ella. Y yo fui separando mis manos lentamente de sus muñecas en las que vi, arrepentido, las marcas de mis dedos, ahora rojas. 
-Bien,- concluí yo, todavía encima de ella. Hasta que no me dijera lo que hacía en mi casa no la dejaría marchar. Podía estar la puerta del jardín abierta, pero eso no la daba permiso para entrar. Y quería un respuesta. - ¿Quién eres tú, y qué haces aquí?
Ella entreabrió la boca para contestar, dejando un ceño fruncido en su pálida cara. 
-¿Chicos?- la voz aturdida y cansada de Dafne se hizo presente en la sala- ¿Qué estaís haciendo?
Tanto Mason como yo levantamos la cabeza, para ver como Dafne se estaba poniendo de pie, y mi padre se iba desperazando, soltando un largo y profundo bostezo.
Nos miraron, y luego se centraron en mí, y la chica que tenía debajo mïa, retenida y que ahora mismo suspiraba de ¿Alivio?
-¿Ryan?- preguntó mi padre totalmente desconcertado.- ¿Quién es ella?
Señaló con la cabeza a la chica. 
-¡Oh dios mío!- gritó repentinamente Dafne que salía corriendo hacía nosotros, con una gigantesca sonrisa en la cara. -¡Aria!
Aria.
¿Aria? 
¡Aria!
-No puede ser...- susurré yo, y curiosamente otra voz, la de la chica que resultaba ser mi hermanastra me acompañó.
Nos observamos durante unos segundos. 
Yo sorprendido, y ella parecía casi molesta. 
Entonces me di cuenta de que aún seguía en el suelo, y yo encima de ella, y rapidamente me retiré poniendome de pie. 
¿Ella era Aria, la hija de Dafne?
Si no se parecían en nada. Una alta, la otra baja. Una rubia, la otra morena. Una sonriente, la otra seria. 
Ni si quiera en la cara eran parecidas. Mientras Dafne tenía la cara afilada y parecida a la de un elfo, la de      Aria era redonda. Ni si quiera en el blanco de los ojos parecían similares. 
Se levantó, mientras yo la contemplaba aún estupefacto. 
-Gracias.- dijo con ironía hacía mí. 
Estupendo. ¿Por qué tenía la sensación de que aquella chica y yo no haríamos buenas migas?
-¡Cariño!- volvió a gritar Dafne despertando ahora a medio salón, mientras se abalanzaba literalmente sobre ella, quién perdía momentaneamente el equilibrio.
-Hola- la saludó ella sin ningún tipo de efusividad. Parecía seria, mucho. Ni si quiera un rastro de sonrisa se dibujó en su cara cuándo su madre la dio dos besos. 
-Te he echado tanto de menos. La boda fue maravillosa, tendrías que haber estado. - dijo Dafne emocionada sin despegarse de su hija.
-Sí, y lo siento. Pero ya sabes que tenía el viaje de estudios. - contestó con su madre aún colgada en el cuello, y ella como un palo recto. Ni si quiera la devolvió el abrazo.

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