sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 21: Rompiendo.

Ryan.

 Qué fue lo probablemente más asombroso de todo de aquel día:
¿Qué Aria despertara con mis palabras?
¿Qué al tan solo despertase soltara una ronca y débil carcajada?
¿O qué yo me sonrojase por aquello?
No lo tenía claro. Tampoco me importaba en ese momento. 
Ahora estábamos allí, cuatro días después de noche y por fin, después de un examén exhaustivo a Aria, la dieron increíblemente la baja al haber insistido más que cualquiera otra persona o paciente, en que la dejaran marchar. 
Tanto mi padre como Dafne, trataban ahora a Aria como una fina muñeca de porcelana. Posiblemente yo, era el único que la seguía considerando persona normal y corriente. 
Pero era cierto, que no podía quitarle el ojo de encima, estaba pendiente de ella en cualquier momento aunque lo disimulaba bastante bien. 
No quería volver a sentir jamás ese nudo en el estómago y ese dolor insoportable de verla allí, postrada en esa cama de hospital, inerte. 
Solo el recordarlo hacía que mi piel se erizase. 
................................................
Aria. 
 Volví a casa. Al fin. 
No es que no me gustaran los hospitales, pero después de pasar una semana, por lo que me habían dicho, dormida en una de sus camas, necesitaba volver a la "normalidad".
Sentir esas pequeñas cosas que mucha gente daba por sentado a diario y que no apreciaban, la simple brisa invernal que congelaba mi nariz, o ese sol, que está ahí, en el cielo pero que no calienta. El olor a chimenea, o la simple lluvia calándome. 
Pero creo que eso iba a tardar... 
Tanto Dafne como Henry no apartaban la vista de mí, me preguntaban todo el rato y estaban pendientes de cada uno de mis movimientos, y eso, que solo estábamos en el coche. 
No quería saber lo que ocurriría cuándo llegásemos a casa y llegara mañana. 
Lo más extraño de todo era ahora mi relación con Ryan, no habíamos hablado, pero los dos sabíamos perfectamente que eran sus palabras las que posiblemente me habían echo volver. 
Unas disculpas, de las que seguramente si le preguntara ahora me diría que no las ha pronunciado. Que no se acuerda de ello. Y solo por orgullo. 
Me sentí bien cuándo al fin entré en la casa, a mi hogar. Respiré profundo, ante tres penetrantes miradas.
¿Qué pensaban?
¿Qué me moriría en aquel mismo instante por respirar aire? 
¿En serio?
Suspiré y comencé a andar, hasta que choqué contra la primera bolsa. 
Giré a mi alrededor, percatándome de las decenas de bolsas que había por la casa. 
¿Pero qué...?
Miré directamente a Dafne que sonreía timidiamente. No fui la única que se dio cuenta en ese momento. 
Una maldición por parte de Ryan, que había chocado contra una de ellas y había esparcido su contenido por el piso, me lo comprobó. 
Miró casi asustado a su alrededor observando cada una de las blancas bolsas que ocupaban el rellano. 
-¿Qué...?- preguntó atónito. Le comprendía, a mi me ocurrió la primera vez. Y sabía que esto, sin duda alguna era causa de Dafne. 
-Siento el desorden- se disculpó en ese momento ella.- Con todo lo ocurrido no me ha dado tiempo a ordenar nada...
Ryan miró desconcertado de las bolsas a Dafne, y de Dafne a las bolsas, mientras su padre soltaba una discreta carcajada. Esto obtuvo su atención. 
-¿A esto te referías cuándo decías que era adictas a las compras?- dijo él señalando a los artículos que se habían caído de la bolsa. 
-¡No soy adicta! ¡Solo me gusta!- protestó esta vez mi madre, mirando a Henry, mientras este me miraba a mi, en busca de ayuda. Solo me encogí de hombros. 
Me apoyé en la pared y contemplé la escena.
..................................................
Ryan.
¿Qué era esto?
Cogí lo primero que se había caído de la bolsa. 
Incienso. 
¿Qué?
Volví a mirar en la bolsa. 
Estaba llena de velas aromáticas, estatuillas de buda, tilas, hierbas e incienso... Incienso, y más incienso.
Todas y cada una de ellas, con lo mismo pero diferente. 
Miré a mi padre sin comprender. Y luego a Aria que claramente estaba aguantando un ataque de risa. 
¿Dafne era "hippie"?
-Bueno, ahora que lo has visto ya nos podemos poner a trabajar. - soltó ella- Colocaremos la casa en modo Feng Shui. 
Volví mi vista hacía mi padre con incredulidad.
¿Modo Feng Shui?
Si quiera sabía que era eso, y mucho menos mi padre. Nunca había creido en cosas como el espirituismo, o la meditación. 
¿Y ahora quería hacer , sea lo que fuere, Feng Shui?
-Claro- contestó él ante mis ojos excépticos. 
Definitivamente, le había dado demasiado el sol, poco probable ya que estábamos practicamente en invierno, o se estaba acabando el mundo. 
Seguramente la segunda. Esperé con tranquilidad la grieta que tragaría mi casa. No ocurrió. 
Arqueé la ceja , mientras mi padre y Dafne se iban a la cocina para hacer el Feng Shui en ella.
-Acostúmbrate- dijo ella con esa voz, que me parecía tan calmada. La miré directamente, ahora en esos ojos que solían ser fríos, había aparecido una chispa de diversión. -Estaba tardando en hacerlo. 
Esquivando bolsas,cruzó el pasillo y subió lentamente las escaleras, mientras yo admiraba su melena castaña balancearse de un lado hacía otro, y sus curvas, que con la ropa que la había llevado Dafne, que ella no solía acostumbrar a poner, se marcaban claramente, y esas piernas largas y esbeltas, para dejar paso a su culo que...
No. 
¡Despierta!
Me grité a mi mismo. Giré la cabeza abruptamente hacía otro lado. 
Necesitaba que esa chica siempre pareciese una sudadera andante, porque si no, no me iba a poder controlar. Pero nada. 
Decidí subir detrás ella, mirando atentamente los escalones que en ese momento me parecían muy interesantes. 
-Ryan...- la leve mención de mi nombre hizo que levantara la cabeza, y más si había sido ella quién lo había pronunciado. 
La vi tambalearse ya arriba de todo de las escaleras. Sin pensarlo, subí de dos en dos los escalones que me alejaban de Aria y me acerqué a ella. Sujetándola.
La rodeé con mis brazos, notando su cuerpo contra el mío. Me tuve que esforzar para pensar y ocupar mi cabeza con otra cosa. 
El médico nos había advertido de ello. Era muy probable que en los siguientes días pudiera sufrir desmayos como secuela del tiempo en coma que había sufrido. Este parecía uno de ellos. 
Noté como sus piernas flojeaban, y aumenté la fuerza de mi agarre. Era la primera vez que la tocaba de ese modo. 
-Ey, ey...- la llamé yo mientras la giraba hacía mí, sus ojos algo entrecerrados, y con la respiración pesada. 
Mierda. 
Tenía que tumbarla. 
La agarré por la cintura con fuerza. 
No sabía demasiado bien, si tendría la suficiente fuerza como para llevarla a volandas. 
Inconscientemente ella apoyó su cara en mi cuello. Y esa sensación fue maravillosa. 
Esos labios rojos y entreabiertos me dejaban ir más allá de la imaginación y cortar mi respiración, y solo quería cogerla en ese mismo momento y juntar mis labios con los suyos, besarla, saber lo suaves que eran y como sabían, y...
Se había desmayado definitivamente. Y necesitaba ayuda. 
Me armé de valor, y contando hasta tres alcé sus piernas mientras la ponía entre mis brazos. 
.......................................................
Aria.
"- ¡Aria! ¡Aria Wilson!- un chico me llamó a mis espaldas. 
Me giré lentamente, oyendo sus pasos dirección mía, corriendo. No me apetecía ver a nadie. 
Se plantó delante de mí. 
Era un chico guapo, casi de mi misma edad, quizás algo más mayor. Rubio, y con unos hipnotizantes ojos oscuros y negros. 
La sangre se me heló aunque no lo demostrara. 
Aunque habían pasado ya un par de años, le hubiera reconocido en cualquier lugar y en cualquier momento. 
-¡Aria! ¿Eres Aria Wilson verdad?- me preguntó emocionado aquel chico. Tragué saliva. 
Ahora todo comenzaba. 
Asentí con indiferencia. Pero él no dejó de sonreír de esa manera en la que yo tanto había pensado esos años. 
-¡Nunca me hubiera imaginado encontrarte aquí! ¡En casa de Brian!- gritó él todavía más feliz, refiriendose a la casa de acogida en dónde nos encontrábamos.- Te había echado tanto de menos, después de casi tres años de nuevo jun...
-¿Quién eres?- odié hacerle esa pregunta. Vi claramente como su cara pasaba de felicidad a tristeza. Me rompió el corazón. Pero no podía ser tan sentimental, no. Ya no era la misma. Ya no. 
-¿No te acuerdas de mí?- preguntó él, esta vez ya sin rastro de su anterior emoción. Negué con la cabeza. -Soy yo, Joey. 
-¿Joey?- él pareció esperanzado, esperando a que gritara que ya le recordaba y que me lanzara sobre él como hacía de pequeña. Eso no ocurrió. - No conozco a ningún Joey. 
Su rostro pasó a horror y desconcierto. 
-¿Qué? Soy Joey, tu mejor amigo. De la casa de la señora Promey. 
Volví a negar con la cabeza. 
-No sé de que hablas. 
Él arqueó su ceja derecha como hacía de pequeño. 
-Es una broma ¿Verdad?- contestó él, algo molesto. 
Sacudí la cabeza, mientras le enviaba la mirada más fría y despreciable de todas. 
-Chico, no conozco a ningún Joey del orfanato de Promey, y mucho menos lo quiero cerca. ¿Entendido?- hablé tanjantemente, y me giré para comenzar a andar de nuevo.
No quería ver la cara de dolor que debía tener ahora mismo, porque si lo hacía sabía que me derrumbaría en aquel instante. 
No era la misma Aria del pasado, y por muy doloroso y costoso que fuera, no quería tener ninguna relación con él. 
Vi por última vez la silueta de Joey, parado en el pasillo, sin saber que hacer, sabiendo al igual que yo, que aquello que habíamos tenido en el pasado había terminado, y que nunca volvería.
Ahora era Aria Wilson. Una Aria muy diferente."
No me atreví a abrir los ojos. 
Ese momento, había sido posiblemente el más doloroso de mi vida, despedirme de Joey. 
Hacerle creer que no me acordaba de él, de mi mejor amigo, de mi único e importanye apoyo en aquel maldito orfanato.
Aquel día, fue el último en que tuve un amigo. No volví a hablar con él, nunca más.
Días después, recuerdo que Brian nos dijo que le habían adoptado de nuevo. Eso era algo extraño ya que era muy mayor, catorce años, y la gente que solía adoptar iban a por niños pequeños sobretodo. Nunca iba a olvidar ese hueco que se formó en mí cuando lo dijo. 
Supe que nunca más le volvería a ver. Y así fue.
Sentí la respiración de alguien más, cerca de mí. 
Intrigada y nerviosa, entreabrí los ojos. 
Su cara estaba muy cerca de mí. Demasiado. 
Ryan estaba a mi lado, dormido. 
Tenía puesto un brazo sobre mi cadera, rodeándola, y sus labios estaban muy cerca de los míos, tanto que nuestras narices se tocaban. 
Una de mis piernas estaba encima de la suya, y mi mano en su pecho. 
Rapidamente, me aparté de allí, aturdida. 
¿Qué hacía tan cerca de él?
Me incorporé en la cama. Con los ojos abiertos de par en par. Notaba una extraña calidez en donde había estado su brazo apoyado. Y no se había sentido mal. Casi, como si me estuviera protegiendo, y eso de algún modo me hacía sentir una tranquilidad que jamás nadie había conseguido.
¿Qué? ¿En qué estaba pensando?
Le zarandeé bruscamente, algo enfadada por esas emociones. 
Ryan, soltó un ligero bostezo, y se movió hasta quedar mirando al techo. 
Le moví de nuevo. 
Soltó un gruñido molesto, y puso una mano en sus ojos. La luz de la habitación estaba encendida. 
Y observé mi alrededor. 
Su habitación. 
¿Qué hacía yo en su habitación? ¿En su cama?
-¿Por qué estoy en tu habitación?- exigí saber, mientras le golpeaba en el brazo fuertemente. Ryan, de nuevo soltó un gruñido, y abriendo los ojos me miró. 
-Buenos días a ti también.- Saludó perezosamente, a continuación abriendo su boca para otro bostezo.
-¿Por qué estoy en tu habitación?- olvidé completamente el mostrarme fría, solo confusa. 
Sus ojos marrones chocolate, se posaron en mi con interés.
-Te desmayaste. Te tuve que coger, y como pesas, y mi habitación estaba más cerca que la tuya te metí aquí. - me contestó pasándose una mano por el pelo, peinándolo. 
¿Cuándo había ocurrido eso?
Me dolía la cabeza, el doctor me había dicho que era probable que me ocurriera aquello, aunque sinceramente no le había tomado demasiado en serio. Apartir de ahora, le atendería mejor. 
Eché una ojeada al cuarto de Ryan, mientras este se levantaba de la cama. Era cierto que había pasado una vez, pero en ese momento precisamente es su habitación no me fijé. Pero por lo que veía, era mucho más diferente de lo que imaginaba. 
El ambiente que desprendía su cuarto, en el que misteriosamente había libros, no concordaba con él. En absoluto.
-No había dormido tan bien desde hacía tiempo- comentó Ryan, lo que me hizo acordarme de su presencia. Le miré,y quedé estupefacta cuándo me di cuenta de que se acababa de quitar la camiseta, y se estaba sentando en la silla de su escritorio. 
Nunca había visto un torso así, moreno, y fuerte, se le marcaban perfectamente cada uno de los abdominales. 
Respiré fuertemente. 
La siguiente frase que dijo fue la que colmó el vaso. 
-Sabes, es la primera vez que con una chica en mi cama, solo...Duermo. 
...........................................
Ryan.
Tenía que probar aquella táctica. Sabía que funcionaría, y así lo hizo. 
Fue solo terminar aquella oración para que un leve rumor apareciese en sus mejillas, cosa que me encantó, haciéndola casi adorable. 
Repentinamente me entraron unas tremendas ganas de abrazarla, pero me mantuve en la silla, pareciendo tranquilo. 
Sabía que el verme durmiendo junto a ella, le había puesto nerviosa, y ahora todavía más, cuándo me había quitado la camiseta para presumir de mi cuerpo. 
Tecnicamente no todo tenía que haber salido así, no tenía planeado el quedarme dormido al lado suya. Solo la tumbé cuándo llegué, y me puse a su lado esperando a que despertara mientras la observaba detenidamente, pero había tardado más de lo que pensaba y al final había caído ante el sueño.
Suspiré. 
En parte aquello había sido algo bueno, había echo que mi plan fuera el doble de efectivo. 
Solo quería conseguir ruborizarla, y lo había echo. 
Desde el momento en que ella había despertado del coma muchas cosas me habían pasado por la cabeza y tenía muy clara una de ella, y que posiblemente fuera una locura. 
Ella me atraía de una forma completamente distinta que las demás. 
La deseaba. 
E iba a hacer que ella fuera mía, de cualquier manera. 
Aria no se podría resistir a mis encantos, a mi tono seductor y mi coqueteo, a mí.
Haría todo lo posible para que ella cayera rendida a mis pies, pasara lo que pasara. Nadie podía contra mí, al final acabaría rindiéndose. 
Ahora todo comenzaba. 
Solo podía pensar en eso, y en mi mente me disculpé con mi padre.
Lo siento papá.
Pero los juramentos, están para romperlos. 

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