miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 1: Espera...¡¿Qué?!

Ryan
Los días lluviosos nunca me han gustado. Soy un chico de verano, adoro el sol y el calor, sencillamente odio el frío, tampoco soporto la nieve, me recuerda aquel día en que me sentí tan solo, de eso casi va a hacer ya siete años.
Al abrir la puerta de mi casa después de un día agotador de escuela lo primero que sientes es felicidad os lo aseguro, pero ese día, justamente ese día cuándo encontré a mi padre en el pasillo esperándome con esa cara seria y labios fruncidos que siempre ponía para situaciones realmente importantes mi corazón, lo juro, se paró por unos instantes.
Dejé la mochila cuidadosa y lentamente en el suelo, como si fuera de porcelana y encaré a mi padre. Por mi mente pasó una lista de cosas que podría haber echo mal para que estuviera de tal manera, se me había olvidado hacer la colada ¿Por eso estaba así? Esa cara siempre la utilizaba para castigos. Y sí, en ese momento creí que era el peor que me podría poner.
Le miré a los ojos y algo en ellos me desconcertó, nervios, miedos, determinación. ¿Qué estaba pasando?
Sus manos se movieron agitadamente, frotándose una con otra mientras cambiaba el peso de un pie al otro. Esto era muy extraño. Pocas veces en mis diecisiete años de vida había visto a mi padre de esta manera, cosa que me ponía muy alerta.
-¿Qué ocurre?- me atreví a preguntar al fin. Tenía bastante miedo a su contestación, porque sospechaba que no me gustaría ni un pelo.
-Hijo…- titubeó. ¡Titubeó! Mi padre jamás duda. Jamás.
La simple palabra cayó en el silencio tenso y permaneció durante unos segundos.
Carraspeó.
Deseé taparme los oídos, y no escuchar nada. No quería saber lo que iba a ocurrir, no quería, no podía, pero lo hizo.
Lo soltó.
-Me voy a casar.
Al principio creí que todo era una broma.
Esa frase había echo el mismo efecto en mí que una bomba nuclear, me había desbastado. Un arremolino de sentimientos me acecharon, tristeza, ira, sorpresa, miedo, y traición. Traición sobretodo.
Le observé con mis ojos desorbitados, prácticamente saliéndose de sus cuencas. No podía ser verdad.
Se iba a casar.
¿Se iba a casar?
¡Se iba a casar!
Sabía que llevaba unos cuantos meses reuniéndose con una mujer, Dafne, creo que se llamaba. Tenía claro que era una especie de novia para él, pero ¿Matrimonio? Nunca me había dicho nada sobre eso.
-¿Qué?- fue lo único coherente que salió por mi boca ahora entreabierta. Esto no podía ser verdad.
Mi padre levantó su cabeza mirándome a los ojos de nuevo casi suplicándome, y esperando mi reacción.
-Me voy a casar con Dafne dentro de una semana.
Procesé la información:
Me voy a casar. – Mi padre un hombre ya de casi cincuenta años.
Con Dafne- Una mujer de casi su misma edad, de la que no sabía nada de nada, y a la que conocía de hace sólo unos meses.
Dentro de una semana.- Siete días. Solo siete días.
Si el mundo no acabó para mí en ese momento, no sé lo que pasó entonces.
Di unos cuantos pasos atrás hasta encontrar la pared, necesitaba apoyarme en algo si no quería que me cayera redondo al suelo.
-¿Qué?- pregunté como un estúpido de nuevo, y mi padre me miró con preocupación.
-Ryan… Sé que es difícil después de lo de tu madre… pero, quiero rehacer mi vida. Entiéndeme. Amo a Dafne. Creo que es lo mejor que me ha pasado en estos últimos siete años. Yo solo quiero que lo aceptes. ¿De acuerdo?
Las palabras resonaron por mi cabeza.
Esto era una locura.
Y entonces comencé a hablar.
-¿Te vas a casar con Dafne? ¿Con una mujer que ni si quiera conozco? ¿Con tus cincuenta años?
Dije resumiendo todo poco a poco. Y mi padre sonrió. ¡Sonrió! Tuvo el descaro de sonreír.
-Si… Y vendrán a vivir con nosotros.
-¿Aquí? ¿En casa? Espera, ¿Vendrán? ¿En plural?
Mi cara de horror incitó a mi padre a llevarme al salón, sentarnos  y relajarme allí. Y realmente me sintió bien notar algo debajo de mí, y sin darme cuenta estaba casi abrazando uno de esos cojines amarillos que nos regalo la abuela Maggie.
Mi padre apoyó su espalda en el respaldo del sofá que estaba en frente del mío. Miró al techo, y suspiró.
Sí, definitivamente era la primera vez que le veía así. Así de indeciso, nervioso.
-Tiene una hija.
Estupendo, estuve por gritar, aparte de una nueva madre tendría una hermanastra.
-Ah…- dije con toda la ironía posible que se podía poner en ese monosílabo. -¿Y la conoces?
-No. Dafne le iba a contar sobre nuestra boda hoy también.
Me apiadé de la chica, ella tampoco lo sabía, y ahora a los dos nos habían condenado.
-¿Y como se llama? ¿Cuántos años tiene?
-¿Tienes curiosidad?- preguntó mi padre con una sonrisilla de suficiencia que curiosamente yo había heredado.
-No hombre, ¿Yo curiosidad? Mi padre me acaba de decir que se casa con una  mujer que conoce desde hace tres meses y que se va ha convertir en mi nueva madre, así de improviso, y luego resulta que encima voy a tener una hermanastra, pues ¿Por qué iba a tener yo curiosidad si no conozco a ninguna?
Mi padre me miró y soltó una risa sin humor.
-Algunas veces eres tan gracioso Ryan. No sé de quién sacaste tanto sarcasmo.
De ti, pensé inmediatamente. Casi en todo había salido a mi padre, y en parte debía agradecerle. Mi padre era un hombre muy apuesto para sus cincuenta años, y con mi edad seguro que al igual que yo, fue un rompecorazones, y el más popular. No me extrañaba que esa tal Dafne se hubiera enamorado de mi padre, todos mis encantos, y mira que eran muchos, los había sacado de él.
-Sí, sí. Pero ahora en serio, dime.
-Se llama Aria. Tiene uno menos que tú.
-¿Aria? ¿Cómo en las Matemáticas?
Vale, puedo reconocer que sonó como si fuera un imbécil, pero era la primera vez que escuchaba ese nombre. Y bueno, eso era un mal presagio, las matemáticas eran mi punto débil, se me daban fatal. Y a papa también, aunque nunca lo reconociera.  Y encima la chica tenía dieciséis, uno menos que yo. Si fuera una niña pequeña, de acuerdo, pero vivir junto a un adolescente, y encima chica, iba a ser muy complicado.
-En serio, hijo. ¿Eso es lo único que se te ocurre?-preguntó mi padre, pero con las comisuras de su boca elevadas. Él también pensaba como yo. De tal palo, tal astilla.
-Vale, vale. ¿Y cómo es? ¿Sabes si está buena? – dije sacando mi lado travieso, mientras esbozaba una sonrisa pícara.
Si la chica era guapa, al menos me alegraría la vista todos los días. Y quizás podríamos llegar a algo más.
-Eh, quieto parado. Va a ser tu hermana. Hermana. –me dijo remarcando con énfasis la palabra por si no la había entendido bien.
-Hermanastra papá, hermanastra- hice lo mismo que él con la palabra hermanastra. Y ahora que lo pensaba, sería mi hermanastra. Si, bueno, me liase con ella no contaría como incesto ¿No? Me contesté yo mismo, no. No teníamos la misma sangre. Quién sabe, a lo mejor podría tener un poco de diversión en mi propia casa. Sonreí.
-¡Ryan! ¡Deja de pensar lo que sea que estás pensando! ¡Esa estúpida sonrisilla te delata!- me gritó mi padre pero no con ese tono serio que utilizaba, no estaba enfadado.
-Sí señor. – le contesté aun esbozando la sonrisa, y haciendo un saludo militar. Mi padre bufó, me encantaba cuándo hacía eso, significaba que le estaba exasperando. – Venga vale ya lo dejo, ¿Cómo es?
Mi padre lo pensó, y lo meditó. Pero tenía claro que no era por el motivo de que no se acordase o no supiese, es que no sabía si decírmelo o no. Puse mis mejores ojitos de cordero degollado a los, que sin duda alguna, si una chica hubiera visto se habría derretido enfrente de mí. Qué se le iba a hacer si todas caían rendiditas a mis pies, era problema de la genética que hubiera salido tan atractivo y encima con cerebro.
Al final le conseguí convencer de la supuesta inocencia de esa pregunta. Y habló.
-Pues no sé. No la he visto nunca, pero supongo que como su madre. Rubia, bajita, muy social, alegre, adicta a las compras y adoradora de todo lo feliz, y el rosa. –arqueé las cejas, menuda descripción de su futura esposa. Al ver mi gesto, añadió.-Pero encantadoramente maja, y cariñosa.
Hice una imagen mental en mi cabeza sobre una chica de dieciséis con esos rasgos, con lo que había dicho mi padre no me era suficiente pero de momento parecía ser mi tipo. Ojalá tuviera suerte. No me importaría nada convivir con una hermosura rubia, observando unas piernas acompañadas con una minifalda y una camisa ajustada a su cuerpo. Lo tenía que reconocer, me estaba empezando a gustar la idea de que mi padre se fuera a casar.
-¿Ryan?-Oí la voz de mi padre sacándome de mis cavilaciones. Y el tono que usó me advirtió de que algo iba a suceder.
-¿Uh? –hice para que supiera que tenía mi atención.
-Hijo- ¡No! Estuve a punto de gritar, sabía como comenzaba esto, me iba a echar uno de sus sermones- Sé que te va a resultar difícil acomodarte a este tipo de nueva vida, pero prometo que te lo intentaré poner lo más fácil posible. Creo que Dafne es una buena mujer, y sé que no es tu madre y no quiero que te sientas amenazado por ello, pero tienes que entender que me he vuelto a enamorar, y quiero vivir.
Mi estómago se contrajo al solo escuchar la mención de mi madre. Eran ya siete años desde aquello, pero me seguía afectando igual. Pero comprendía lo de mi padre, solo esperaba que Dafne estuviese a su altura y no le hiciera sufrir más. Pero no dejé que eso se trasmitiese en mi cara y solo permanecí  impasible como casi siempre que me daba estas charlas.
-Y sobre Aria, nada de tonteo, ni coqueteos, ni nada. Va a ser tu hermana, y ya sé que tú eres un galán nato, pero a tu nueva hermana la dejas tranquila que hay muchas chicas en el mundo. ¿Entendido? Nada más que vaya de una relación de hermanos y amigos.
Asentí de mala gana, era una pena.
-Júralo. 
Eso me pilló desprevenido y le miré con escepticismo. ¿Quería que le jurase que no me metería en la cama con mi hermanastra, ni si quiera liarme con ella? Esto era surrealista.
Aunque si yo fuera él, sinceramente, también lo haría. Me conozco demasiado bien.
-Júralo- repitió él. Ya era consciente que mucha confianza no había pero esto era fuerte. Acabé haciéndolo.
-Juro que nunca me acostaré con Aria, ni habrá acercamientos de ese tipo. ¿Contento? – dije ante la mirada atenta de los amedrentadores ojos negros de mi padre, quién después de escucharme sonrió satisfecho.
-Bien, pues ya está. –concluyó sencillamente. Se levantó del sofá al igual que hice yo.
Me dirigí hacía la puerta deseando salir del salón y subir a mi habitación para admitir totalmente la noticia. 
Estaba casi ya fuera cuándo mi padre me paró de nuevo.
-Por cierto Ryan, Dafne dice que Aria es especial.- no pude leer ninguna expresión en el rostro de mi padre.
-¿Especial?
-Sí, muy especial. – soltó el agarre de mi hombro con el que me tenía sujeto y me dejó ir.
Cogí la mochila del suelo del rellano y comencé a subir las escaleras hacía mi cuarto. Abrí la blanquecina puerta de este y reconocí las azules paredes de mi habitación. La cama tamaño matrimonio cubierta por la colcha a cuadros por donde tantas chicas habían pasado, y recordar algunas de esas noches me subió el animo. Adoraba cuando mi padre no estaba aquí y se iba de viaje, tenía la casa entera para mí y las fiestas que siempre  montaba eran de las más conocidas por ser las mejores.
Me senté en la silla en frente del escritorio, haciendo que mi cara se reflejara en la pantalla del abierto portátil. Y recordé lo último que había dicho mi padre.
“Dafne dice que Aria es especial”
No tenía que suponer nada. Todas las madres decían que sus hijas eran especiales, y que eran las mejores, seguramente a eso se referiría.
Porque no se podía referir a otra cosa, ¿No?

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