sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 25: Mía.

Ryan.

Desde que tengo los catorce años, ninguna se ha resistido a mis encantos, y han ido cayendo poco a poco como fichas de un dominó. 
Ella, no iba a ser la excepción. 
La deseaba como a ninguna otra chica. Ese cuerpo que tenía era espectacular, mejor que el de muchas otras, y apenas podía reprimirme. Cada vez que sus ojos me miraban sentía como mi respiración se descontrolaba, y quería solo cogerla, y besarla...
Pero, yo nunca me rebajaba. 
Las chicas venían a mí, no yo a ellas. 
Usaría cada una de mis cualidades para hacer que ella lo deseara tanto como yo. 
Formaría un plan. 
Y Aria, sería mía. 
.....................................................
Aria.
Los días de mi vida pasaban uno tras otro, así eternamente. Y todos, fueron normales, más o menos. 
Recibí alguna que otra amenaza más diciéndome de nuevo que me alejara de Ryan, ya que resultó que todos aquellos días había sido él quién me había acercado al instituto, con una muy extraña amabilidad. 
Me sonreía más, incluso me hablaba. 
Pareciera ser que mientras estaba en coma habían cogido al anterior Ryan, y lo hubieran cambiado por este. Y sinceramente no sabía todavía a cuál de los dos prefería. 
Llamaron al timbre. 
Esperé a que Ryan abriera la puerta, seguramente sería uno de sus amigos, ya que tanto Dafne como Henry se habían ido a trabajar hoy por la tarde, dejándonos solos en casa. 
Otra vez. 
Llamaron de nuevo. 
Esperé sentada en mi silla, mientras jugueteaba con el lápiz entre los dedos, intentando escribir una redacción de filosofía. 
Ningún ruido, nada. 
Por última y tercera vez, llamaron al timbre. En ese momento me dispuse a bajar. 
¿No estaba Ryan en casa?
Bajé con una pesada calma las escaleras, no tenía recuerdos muy gratos de ella, y desde aquel momento tenía por seguro que bajar las escaleras de la casa sería una de las actividades a las que prestaria más atención. 
Caminé con ciudado, hasta que me acerqué a la puerta. 
Al otro lado, oí un suspiro continuado de una maldición. Si, seguramente un amigo de Ryan. 
Abrí la puerta cuidadosamente, no demasiado hasta saber quién era aquella persona que en aquel mismo instante me daba la espalda. Y un sorprendido mejor amigo de Ryan, se giró al escuchar el ruido de la puerta al abrirse. 
-Hola- saludé yo, siendo correctamente educada. No era la primera vez que veía a aquel chico, él y Ryan eran uña y carne, pero sin contar el primer día en el que le conocí junto a mi hermanastro, era la primera vez que hablaba con él. 
-Oh, hola- me respondió él, algo...¿Extrañado?
Se hizo el silencio durante un minuto, un silencio algo comprometido en el que nos dedicamos mutuamente a fijarnos en quién teníamos delante. 
Mason, era guapo y parecía simpático como todos los amigos de Ryan. Tenía ojos azules que sin duda alguna mostraban una increíble astucia, y además parecía, a lo que se le podía llamar, "un buen chico". 
No tenía tanto esa imagen de los demás de su grupo, no parecía ser un mujeriego nato ni el típico rompecorazones, aunque por lo que me había fijado chicas no le faltaban. 
-Y...¿Qué se te ofrece?- pregunté yo saliendo de aquel espeso silencio en el que nos habíamos metido. Él pareció que se acabara de dar cuenta de dónde estaba, y sus mejillas se tiñieron de un leve rosado, que me hizo esbozar una tímida sonrisa. 
-Ah sí, lo siento. - se disculpó él, ofreciendome una, esta vez, sonrisa suya. - ¿Está Ryan?
-No lo sé, pensaba que sí, pero creo que si he sido yo quién ha abierto la puerta y no él, significa que está fuera.- le contesté, intentando parecer algo sociabilizable. 
Tenía que esforzarme en caer bien a los amigos de mi hermanastro, era posible que les viera las caras de aquí a años y años. Y encima siendo compañeros de escuela. 
Mason soltó una amigable carcajada.
-Este chico, y mira que le había dicho que quedábamos  a las seis...- se quejó él haciendo aspavientos con las manos.
-Espera dentro si quieres- le ofrecí yo, de nuevo educadamente. Aunque no me apetecía mucho estar sola con él. Solo porque era Mason, y su forma de ser me irradiaba confianza. Había algo en él, que me decía que no le interesaban las mismas cosas que a Ryan, y Ryan era parecido a Ethan. 
No pienses en él. 
Me regañé a mi misma. Estúpida. Llevaba ya un tiempo intentandolo olvidar minimamente, sacarlo de mi cabeza, y ahora que iba bastante bien, lo fastidiaba todo. 
Mason pasó al salón, sentándose comodamente en uno de los sillones. Me daba la sensación que él había pasado el tiempo en esta casa un millón de veces más que yo, y eso que ahora vivía en ella. 
Me senté en frente suya. No iba a dejar a Mason solo, sería algo...¿Irrespetuoso?
-Aria, ¿Verdad?.- me preguntó él, ya sentado. Me daba la sensación de que quería entablar conversación. Acepté. 
Mejor prevenir que curar. 
..........................................
Mason.
De algún modo u otro, me apañé lo suficientemente bien como para sacar tema de conversación y hablar con Aria, la hermanastra de Ryan. 
Ya que ahora era parte de su familia, quería caerla al menos bien. Y más sabiendo que aquella chica era el dolor de cabeza constante de Ryan, si ocupaba la mayor parte de sus pensamientos sería por algo. Y lo descubriría. 
Charlamos posiblemente de un poco de todo, ella parecía algo más abierta y social, que la primera vez que la vi, también tenía claro que lo hacía por puro respeto. 
Era una chica curiosa, decía lo justo y lo necesario, no daba detalles pero tampoco que quedaba escasa, pude darme cuenta perfectamente, que era una experta en controlar la imformación, saber que decir en el dónde, cuándo y porqué. 
Aunque parecía dispuesta a hablar, mantenía esa aura de misterio alrededor de ella. Por mucho que la preguntase sobre algún tema, estaba seguro que no sacaría nada, se valdría de cambios o redundancias, y de algún modo u otro lo conseguiría. 
Ella ocultaba información, yo ocultaba sentimientos. 
Creo, que nos llevaríamos bien.
Quizás fue así, que no escuchamos el ruido de la puerta abrirse cuarenta y cinco minutos después de lo que debía, y entre palabra y palabra como un Ryan entre sorprendido y molesto aparecía en el umbral de la puerta del salón.  
Haciéndose sonar con un carraspeo.
Tanto Aria y yo, giramos la cabeza abruptamente al sentirle, y solo verle la cara me quedó claramente que ahora quería hablar conmigo.
¿Qué se habría pensado?
Dios, ya lo sabía... 
Si solo supiera la verdad...
..............................................................
Ryan. 
No me gustó ni un pelo verles juntos, los dos sentados en el salón hablando como si fueran amigos. Un sentimiento extraño se apoderó de mí, y sentimiento nada fácil de zafarse. 
Carraspeé, y observé como los dos se giraban hacía mi algo asustados, y Mason casi nervioso. 
No podía ser. 
¿Estaba ligando con Aria?
No. No y no. Por mucho amigo mío que fuera, eso no ocurriría. Aria era mía. Sería mía. 
-Hola...- saludó él con su ya conocida cara normal. Nada de dejar filtrar sentimientos. - Llegas tarde, habíamos quedado a las seis. 
Me reprendió él con una sonrisa. Le sonreí, apurado a que viniera conmigo y dejarle las cosas claras. 
A Mason no le podía interesar Aria, casi nunca le gustaba una chica por no decir nunca, y menos podía ser Aria. 
-¿Subimos?- le pregunté yo haciéndole señas hacía mi habitación, aunque se notaba mi tono arbitrario. El hizo una mueca y levantandose del sillón me siguió, dejando sola a Aria.
 El trayecto hacía mi cuarto fue en un tranquilo silencio, pero solo duró hasta que cerré la puerta de mi habitación comprobando que ella no pudiera oír nada. 
Mason se sentó en mi cama, mirandome. 
-¿Qué haces?- le pregunté de sopetón con lo que recibí una mirada interrogatoria de sus ojos azules, miró a la cama. 
-¿No podía sentame?- preguntó él volviendose a incorporar. Se estaba riendo de mí.
-Imbécil. ¿A qué venía ese ligoteo de ahí abajo?- pregunté yo queriendo saber una respuesta mientras él volvía a sentarse en el colchón, por favor que no fuera lo que yo estaba pensando.
Él no pareció sorprenderse. Mierda, al final yo tenía razón, había estado coqueteando con ella. 
-No sé, tu hermanita esta buena y...- se burló de mí Mason mientras sonreía. Encima él se estaba divirtiendo. Me acerqué a él- .Párate celoso. Solo hemos estado hablando. Ha-blan-do. 
Suspiré aliviado, sentándome a su lado. ¿Por qué tanto alivio? A veces ni me conocía a mi mismo, debía reconocer que era un chico raro. 
-¿Sabes que te puedo quitar el puesto de mejor amigo?- le amenacé socarronamente, ya mucho más feliz. Él se hizo el afligido.
-¡No! ¡No! ¡Cualquier cosa excepto eso!- gritó llevandose las manos a la cara y sacudiendo su cabeza con los ojos como platos. No pude evitar de reír. 
-Eres...- Mason arqueó una ceja esperando mi respuesta, yo solo le sonreí irónicamente. 
 Le cogí del hombro y girandolo hacía mí, hicimos nuestro saludo de ocho años que nos marcó completamente como amigos. 
Mano arriba, mano abajo, choque, puño, dedos...
Los dos reímos y nos tumbamos en la cama, mirando al techo de nuevo. Si las paredes hablaran, y sobre todo ese techo, podría escribir un libro, no mejor que eso, una saga...
-Eres patético cuándo te pones celoso. - me dijo Mason dándome una pequeña palmadita en el hombro como si me estuviera consolando. Le aparté, jugando.
-¡No estaba celoso!

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