miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 6: Lo que ocurre después de una boda.

Ryan.

In-có-mo-do.
No había mejor palabra para describir el viaje de vuelta que tuve con Mason. No nos cruzaron si quiera ni una sola palabra. Los dos, tan testarudos como éramos y algo avergonzados por llorar uno delante del otro, nos mantuvimos todo el trayecto mirando la carretera, y a las líneas blancas pintadas en ella, que brillaban al ser de noche.
Y cuándo al fin, divisé mi casa, creo que mi corazón dio un respiro de alivio.
Salimos del coche de forma silenciosa  y nos dirigimos a mi casa, que era la única con todas y cada una de las luces encendidas.
Allí estaba la que iba a ser mi nueva familia, y la iba a conocer por completo hoy.
En la boda, con todo el gentío que había, apenas había podido entablar una converación con mi padre, y solo me había dicho unas cuantas palabras más con Dafne después de que saliese de los baños.
En menos de veinte pasos estaba en frente del característico portón de madera que hacía de entrada a mi casa. Saqué mis llaves, estaba seguro que aunque llamara mil veces al timbre, nadie me oiría. Pero Mason se adelanto a mis pensamientos y pulsó primero.
Increíblemente, a los poco segundos se abrió la puerta, y miré a Mason estupefacto, quién ahora arqueaba una ceja con gesto de arrogancia. Con que esas teníamos ¿no?...
Pero creo que me quedé aún más sorprendido por el individuo que apareció detrás de la puerta de mi casa.
No era mi padre, ni mucho menos, tampoco Marcus, ni si quiera Dafne. Debía ser alguien de mi nueva familia, y eso es lo que me asustaba.
Era moreno, todo lo contrario a Dafne, su pelo negro estaba lleno de rastas que le llegaban más allá de la espalda, y por las que colgaban trenzas de hilo. Llevaba unos pantalones caídos, y una camisa verde caqui abierta. En su nariz llevaba una perforación, en dónde tenía un aro, y en las orejas unos cuantos pendientes y pircings. Pero lo que seguramente más me alarmó fue lo que llevaba en la mano.Un cigarrillo. ¡Un cigarrillo! ¡En mi casa!
Mi padre odiaba que la gente fumase, no lo soportaba, él decía que eso solo mataba a la gente poco a poco. Para gustos, colores.
Y ahora tenía a un rastas en la puerta de mi casa con un cigarrillo que precisamente no parecía tabaco.
-¡Tíííoooooo!- me gritó tan fuerte que hizo que me sobresaltara dando un pequeño paso para atrás. Sin duda alguna, ese hombre estaba borracho y algo más...Se acercó a mi, haciendo eses, y fue un momento, pero me recordó al coche de los Ritcher cuádo lo conducimos aquella primera vez. Me pasó un brazo por los hombros, y palmeó mi espalda fuertemente. Tanto, que pensaba que en cualquier momento mis costillas saldrían de mí.
Mason río descaradamente, al ver la mueca de dolor y confusión pintada en mi cara. Le eché una ojeada y le fulminé. Se iba a enterar, estaba empezando a acumular vengazas, primero en la boda con la patada y el consejo de Dafne, luego lo del timbre  y ahora con el rastas que me palmeaba como si fuera un cacho de masa de pan para hacer.
Entramos como pudimos al rellano de mi casa, dejando, calro está, el cigarro en la calle. No queria nada de humos, tenía una mala experiencia con los cigarrillos y tenía claro que no quería volver a repetirla.
Fue cuándo cumplí los catorce, yo, Mason, y Clay, al que acabábamos de conocer decidimos probarlo, fue el solo dar una calada y medio morirme por el humo que me tragué. Desde ese momento juré no volver a fumar en vida, o al menos intentarlo.
-¡Soooyyyy Daannn! ¡ Yyyy tuuuuu eeerrreesss mmiiii nnuuueeeevvvvoooo prrriiiimmmiiiittooooooooo! - gritó él como un loco, y tuve que poner el oído ya que con lo bebido que estaba no entendía bien lo que decía, y cuando lo entendí, me quedé en el sitio.
¿Aquel sujeto con rastas era mi primo?
¿En serio?
Solo deseaba pensar, que Dan era el único extraño de la familia, pero cuándo con la ayuda de Mason que no podía reprimir la risa acomodamos a mi nuevo primo en uno de los sillones de la entrada, y fuimos hacía el salón, los dos nos quedamos petrificados.
Corbatas, sombreros y zapatos por el suelo fue lo primero que encontré, y lo que me hizo pensar en lo peor. Pero más miedo me dio, encontrar a todos y cada uno de los adultos de esa habitación borrachos haciendo eses, riendo fuerte y descalzos. 
Mi padre estaba entre ellos. Colocado en un círculo al lado de Dafne y otras cinco personas más, sentado en foma india, y con los codos apoyados en sus rodillas y los brazos elevados. 
-Esto...¿Ryan?- preguntó detrás de mí Mason, que estaba igual de impresionado que yo. -¿Qué se supone que está haciendo tu padre?
Le miré  y luego a mi padre de nuevo, fijamente. 
¿Qué hacía el frío y rígido empresario Henry James sentado en ese círculo con las piernas cruzadas, los brazos hacía arriba, los ojos cerrados, y una botella de wisky del caro prácticametne vacía al lado suya?
 -¿Meditación?- fue lo único que se me ocurrió responder en ese momento, y mi mejor amigo me miró con excepticismo. 
Fue entonces cuando una pareja pasó besándose por el medio del salón hasta llegar a una de las esquinas en dónde la mujer le quitó la camisa al hombre y se besaban de nuevo. Y fue el hombre cuándo se quitaba sus pantalones, quedandose en calzoncillos en frente de todo el mundo y sin importarle que les vieran, cuando vi el rostro a los dos amantes. 
Lo más increíble de todo es que a nadie le importaba que dos personas estuvieran a punto de hacerlo en el salón, en frente de todos. Y encima considerando quienes eran...
-¿Mason? 
-¿Uh?- preguntó él anodadado observando como un mujer y un joven, saltaban en el sillón y se tiraban cojines. 
-Esos que se están liando en la esquina... ¿No son tus padres?- pregunté yo señalando al matrimonio Ritcher. Mason giró la cabeza abruptamente, a la velocidad de la luz. Y pude ver las etapas de emociones que surgían en su cara: de incredulidad a asombro, de asombro a verguenza, de verguenza a horror, y de horror a ira. 
Salió corriendo hacía allí, justo en el momento en que la señora Ritcher se intentaba quitar el vestido sin éxito. Menos mal. 
Le oí discutir con su padre acaloradamente, y para, todavía más, mi asombro, le propinó un codazo en la nariz que hizo que Marcus Ritcher cayera al suelo como un peso muerto e inconsciente. 
Volvió hacía mí, frotandose el codo. Se plantó delante mía, y abrió los ojos como platos dandose cuenta de lo que acababa de hacer.
-¿He dejado a mi padre inconsciente?- preguntó él perplejo. Yo asentí.
-Sí, amigo. -Le puse una mano en el hombro y después bajé la cabeza. - ¿Sabes? Creo que me he traumatizado. 
-Ni lo digas...Acabo de ver a mis padres liandose en una esquina como unos adolescentes. ¿No te sientes ahora como demasiado responsable?
Asentí de nuevo. Esto era la situación más surrealista que jamás había vivido.
Y sin pensarmelo mucho, lo comencé a grabar con el móvil.
...
Al final, Mason y yo pasamos aquella noche haciendo guardias, y asegurándonos que ninguno de los presentes hacían locuras, como un hombre que había intentado atrevesar la ventana de la cocina. 
Fuimos recogiendo botellas y suciedad que habían dejado. Esa noche, aprendí una nueva cosa. El hacer buenas fiestas y sin perder el control, lo había sacado de mi madre, estaba seguro. 
En el momento en que las ventisiete personas que había en mi salón, se durmieron, apoyé mi espalda y me dejé escurrir por la pared hasta caer sentado en el suelo. Mientras mis ojos practicamente se cerraban del sueño, noté colocarse a alguien junto a mí. 
No me molesté en abrir los ojos, sabía perfectamente que la única persona despierta aparte de mí era Mason. Noté como su cabeza se apoyaba en mi hombro, y bostezaba ruidosamente. 
Vi un resplandor filstrarse por mis párpados. Estaba ameniciendo.
 -Ryan, recuérdame que cuando me case dentro de muchos años, tú estaras allí para que no ocurra esto. 
-Tranquilo, no creo que por muy borracho que me ponga, haga meditación. ¿Acaso me ves haciendo yoga?
Rió junto a mí. Cada carcajada se fue volviendo más leve, y luego solo eran silenciosas. Y en algún momento de ese minuto, los dos caímos rendidos, apoyándonos el uno en el otro.
Y aunque viniendo aquí, me había echado una pequeña siesta en el coche de los Ritcher, el recuerdo que había soñado no me había permitido descansar adecuadamente, y solo, más bien, me había traído un punzante dolor de cabeza. 
Cedí ante el sueño. 
Pero justo un instante antes se me pasó una pregunta y un nombre por la cabeza.
¿Y Aria?
No la había visto en toda boda, creo que una chica de dieciseís y versión pequeña de Dafne, hubiera destacado en ella para mí, sin duda me habría fijado. 
Si no estaba en la boda...
¿Dónde estaba?
Me dormí completamente. 

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