sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 13: Problemas.

Mason. 

Aparcó el coche perfectamente ante las miradas de todas las chicas que podía haber en el aparcamiento en ese momento.
Normal. 
Ryan James Francesco, pocos sabían su nombre entero, era sin duda el más guapo, atractivo y popular de los cuatro que formabamos el grupo. Y quizás yo, el que menos. Y tampoco me importaba. Él era mi mejor amigo, y con el paso de los años, nuestra relación seguía siendo la misma. No habíamos cambiado. 
 Salió del coche, pero al momento que  puso un pie en el suelo y vi su cara, sabía que algo le pasaba. Se acercó a mí, algo grave.
Incluso se había olvidado de su gesto más famoso, acariciar su pelo hacía atrás. A él le encantaba, todas se le quedaban mirando. 
-Hola.- dijo secamente. Fui directo al grano, por suerte Dave y Clay aún no habían llegado.
-Tío, ¿Qué te pasa?- pregunté algo preocupado, pero sobre todo intrigado. Una sonrisilla se le escapó de los labios. No me pregunteís porqué. 
Abrió la boca para responderme, pero sea lo que sea que me dijo, fue tapado por el sonido del motor de la negra motocicleta en la que venía Clay y que casi aparcó en frente de nosotros.
Miré a Ryan con ojos suplicantes, tenía cuirosidad por saber lo que le ocurría pero él solo me hizo un gesto con la mano para explicarme que hablabamos luego. Y desganado asentí. 
Tenía que esperar al menos hasta Literatura para estar con él, y eso era dentro de dos horas. Mucho tiempo para mí. 
Y luego llegó. El último integrante de lo que se podía llamar nuestro grupo. Toda la atención se centró en él, o casi toda. 
Al mismo tiempo, andando tranquilamente, ajena a todo estaba ella. Con sus sudaderas y ropas anchas tan diferente a las chicas de por aquí, sin mirar a nadie, se adentró en la jauria de personas que entraban ya por la puerta del instituto. Ella parecía tan lejana, tan sencilla por fuera y un misterio por dentro. Nadie sabía nada de ella, aparte de Ryan, aunque solo sabía su nombre, y las cosas más esenciales, pero esa chica llevaba un aura a su alrededor de soledad, y algo oscuro, no era como las demás, eso lo tenía claro, esos ojos fríos ocultaban algo. 
Me giré. Ryan la miraba con disimulo. Él lo negaba, pero sabía que desde el momento en que la vimos por primera vez, hacía cuatro cortos días, no se la había podido quitar de la cabeza, solo era fijarse. Supongo que eso de estar casi diez años juntos sirve bastante bien para conocer a la otra persona, y además siendo tu mejor amigo. 
 Comencé a andar hacía clase, ante los atentos ojos de los de mi alrededor. Observando cada movimiento mío, en serio, me sentía controlado.
¿Acaso era el único que se daba cuenta de las cosas?
Que entre Dave y Melodie había algo. 
Que Clay ultimamente venía con moratones en los brazos y una ojeras gigantescas tapadas por gafas.
Que Ryan no podía, aunque lo intentara, dejar de pensar en Aria. 
Que Aria era mucho más de lo que aparentaba. 
Y que a mí, precisamente las chicas no me gustaban. 
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Dave.
Y la vi otra vez. Colgada de nuevo de su cuello. 
Recordé esos momentos en los que él, era yo. Como se sentía tenerla cerca, y sus labios. Como se sentía quererla, y ser la persona más feliz de este planeta.
Y así estabamos ahora. 
Los dos después de casi tres años, de nuevo viendonos las caras, y yo aún amándola como un lerdo, y soportando como se liaba con uno de mis amigos. 
Era un cobarde. 
Pero ella era peor.
La daba todo, y me traicionó.
La amaba, y me engañó. 
Y aquí sigo. Poniendome celoso cada vez que les veo juntos. Dejando que mi corazón lata desbocado con una sola mirada suya, solo suya.
Y soñando el momento de tenerla de nuevo entre mis brazos. 
Aún me acuerdo de por qué comencé a tocar la guitarra. Quería tocar la melodía más bonita posible para ella, como su nombre. 
Melodie, Melodie, Melodie... 
Me tienes loco. 
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Clay
-¡Clay!
La chica se agarró a mi fuertemente. Tirándome los brazos por encima, y agarrando mi brazo. 
¡Mierda!
Reprimí el grito de dolor. Apreté mis dientes fuertemente hasta hacerlos castañear, mientras mis manos contra mis muslos, se ponían blancas. 
Me sacudí para librarme de Anna. Una de esas chicas con las que pasé alguna que otra noche. ¿Cuántas? No sé. 
Tampoco es que fuera importante. 
Ya estaba aquí otra vez, esperando a que la dijera "Sí" de nuevo. Pero no. En estas condiciones no. Me vería, y eso no era posible. Además tenía que ser un niño bueno apartir de ese momento, tenía un nuevo objetivo y parecía más bien un reto. Una chica difícil. Hacía tiempo que no me encontraba con una así, y la emoción de empezar a jugar estaban comenzando. 
Con una ligera mueca de dolor acaricié mi brazo herido, y estiré mi cuerpo dolorido. Hoy estaba mejor. El domingo apenas me podía mover, y con un solo movimiento las lágrimas se me caían. 
Yo era un chico duro. 
Nada de sensiblerías. Eso fue lo primero que me enseñó, y por una vez, me valía para algo. 
Levanté la cabeza, ignorando los descarados coqueteos de Anna y como se quitaba uno de sus botones de la camiseta a cuadros que llevaba, para enseñar escote. No me interesó. Como si no se lo hubiera visto ya. 
Me quedé quieto, y blanco como la cera cuándo encontré su mirada. Sus ojos azules me observaban descifrandome. 
Mason. 
Él, era audaz. Posiblemente el más listo, astuto, y con la cabeza en su sitio de los cuatro, y seguramente, también con el que menos congeniaba. Pero los años, aún con ningún punto en común aparte de Ryan, habían forjado una amistad entre nosotros. Y le conocía, y lo peor es que él, me conocía a mí. 
Mason era avispado, y muy agudo, era el primero en darse cuenta de las cosas. No sé como. 
Pero no ahora. 
No se podía haber dado cuenta con una simple mueca de dolor. Además me había concentrado en ocultar los demás golpes.
 No. Era imposible. 
Entonces ¿Por qué sentía ese escalofrío es mi espalda? ¿Ese presagio de que algo ocurriría?
Sus ojos azules se despegaron de mí, y con cara seria marchó por el pasillo. Mientras yo me quedaba allí, apoyado en la taquilla y rodeado de chicas que ni si quiera se habían dado cuenta. 
Ya podían ser todos así. 

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Aria
No me gustaba este día. 
Tosí de nuevo. Un pequeño dolor de pecho se depositó en mí. Mientras notaba como la fiebre subía lentamente hacía mi cabeza. 
Y estaba aquí. En el instituto. 
Como otro día más de mi nueva rutina. Pero la mala sensación seguía ahí. 
Tonterías. 
No iba a ocurrir nada.
Ni hoy, ni dentro de una semana. 
La fiebre me estaba afectando, lo primero que haría al volver sería tumbarme. 
Me olvidaría de todo. 
De ellos, de Ryan, de Dafne...
No habría nadie. 

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