sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 26: Por ti.

Dave.

Me tumbé en la cama, mirando al techo. 
Cerré mis ojos, y suspiré.
¿Desde cuándo ser adolescente era tan difícil?
¿No era este mi tiempo de hacer irresponsabilidades sin preocupaciones?
Abrí los ojos de nuevo, con la imperiosa necesidad de encontrar mi guitarra. 
Allí estaba, en uno de los rincones de mi cuarto, marrón oscura desprendiendo elegancia, con las cuerdas brillando como casi siempre hacían, como si me estuvieran llamando a gritos.
Sabía lo que debía hacer en ese momento. 
Me levanté impulsado del colchón y la alcancé con una mano. 
La apoyé en mis piernas, sintiendo su roce en ellas, la acaricié. 
Mis dedos rozando la suave madera, las tensas cuerdas... No había otra objeto que quisiera más que a aquella gitarra, la adoraba. 
Comencé a tocar la primera canción que se me vino en mente, y como no, fue la suya. 
Su melodía. 
Cerré los ojos mientras mis dedos se movían solos, sintiendo esa pasión por la música que me llenaba. Mi vida. 
Traté con sumo cuidado aquellas cuerdas como si fueran una parte propia de mi cuerpo, mientras dejaba que mis oídos se endulzaran por aquellos acordes que estaba tocando. 
Tan bonita aquella melodía, y solo para ella. 
Recordé el momento en que la conocí, me pareció tan maravillosa...
"-George, quédate aquí. Me apetece darme un baño- le ordené a mi chófer quién comenzaba a parar en   frente de aquella masa azul, el mar. 
-Sí, señorito-me respondió él, como todos. Señorito por aquí, señorito por allá...
Creí ser libre cuándo abrí la puerta del lujoso coche que mi padre me había regalado por mi cumpleaños número quince, y el aire me azotó en la cara, revolviendo mi pelo. 
Sonreí feliz. Subí, dejando atrás el coche, hacía un pequeño acantilado dónde la brisa aumentaba. Aquel sitio era genial, no había nadie alrededor y podía hacer lo que quisiera. 
Me acerqué al borde rocoso, observando impactado el sin fin de aquel mar, era tan bonito azul y transparente invitandote a entrar. Las olas rompían con el principio de aquel pequeño acantilado, haciendo que algo de espuma y frescura me alcanzara. 
Me incliné, respirando fuertemente, intentando que todos aquellos olores llegaran a mi, para sentirlos uno a uno. Sonreí tontamente, y grité fuertemente, al igual que aquella película que había visto hacía un tiempo, todo una clásico.
-¡Soy el rey del mundo!- reí después de gritarlo, mientras hacía eco, oyéndose levemente...
Una risa detrás mía, acompañada por las olas y que a mi me pareció divina me hizo girarme algo intrigado.
-¡Vaya! ¡Ahí va todo tu ego!- me dijo ella con una sonrisa en la cara, una perfecta y bonita sonrisa, mientras su voz se hacía paso entre el romper del mar.
Yo, posiblemente me avergoncé, para luego sonreír tontamente. 
-¡Sienta genial! ¡Pruébalo!- la grité yo, incitandola a que representara el mismo grito que había echo instantes antes yo. 
La chica, que supuse que era de mi edad, pareció pensarselo para luego asintir y venir hacía mí . El viento sopló de nuevo, haciendo que su lindo vestido de playa se moviera con este, al igual que su melena de pelo negra. 
Ella se tambaleó, por lo que la ofrecí mi mano que cogió algo aliviada. 
Quizás fui un tonto, tenía alucinaciones o tanta humedad me había afectado, pero el sentir la mano de aquella desconocia me hizo notar un leve calambre, y una sensación que comenzó a zumbir en mi cuerpo y que no paró. 
Sonreí, ella también lo hizo. 
-¿Preparada?- la pregunté. Ella asintió y quitando su mano de la mía, para mi disgusto, se las acunó en la boca- Una, dos y... ¡Tres!
-¡Soy la reina del mundo!- gritó a pleno pulmón, mientras yo reía de nuevo. Sus carcajadas se unieron a las mías.
-¿Bien?- le pregunté mientras otra vez las olas intentaban opacar mi voz. Ella asintió contenta. 
-¡Para descargar estrés es fantástico!- concordó conmigo. Luego miró hacía bajo, y como hacía unos minutos al igual que yo se inclinó para ver el acantilado. Comenzó a andar hacía los lados, parecía buscar algo, y cuándo lo encontró, se despojó de su ropa ante mi mirada atónita, quedándose solo en un morado biquini, que dejaba ver una figura de escándalo. 
Esa chica, para mí, era una diosa. 
Me miró arqueando sus cejas, mientras señalaba hacía bajo del acantilado. 
-¿Te atreves?- me desafió con una mirada pícara. 
Yo, sinceramente, como un idiota guiado por el orgullo acepté sin más. Me quité mi polo verde claro, estando solo en pantalón bañador blanco que me llegaba hasta las rodillas.
Ella me miró con sus ojos traviesos mientras, esta vez era yo, me acercaba a ella. 
-¡Qué valiente!- se burló y yo solo la dediqué una gran sonrisa que indicaba que yo pensaba lo mismo de ella. 
Suspiré, mirando el lugar en dónde tenía que saltar. La chica de melena negra hasta la cintura había elegido bien, no había rocas ni nada afilado que pudiera causar peligro o daño, pero la altura y el agua seguían hay. 
Respiré hondo para tranquilizarme. 
Seguramente estaba loco. Tirarme de una acantilado a tres metros de altura cuándo yo tenía vértigo. Estupendo. 
-¿Listo?- me preguntó ella segura, sin duda, no le tenía ningún miedo a las alturas. La acababa de conocer y ya sabía que aquella chica estaba dispuesta a todo. 
Asentí con las manos temblando, que puse en mi costado para que no lo notara. 
Oí su cuenta atrás como la que había echo yo un minuto antes, escuché el número final, y antes de que lo pensara mis pies se estaban elevando y yo me estaba precipitando hacía el vacío. 
La caída se me hizo eterna y cuándo noté el contacto y el golpe sordo con el agua, fui la persona más feliz en aquel momento, del mundo. 
El agua me tapó entero, mojándome. Llegué al fondo por el peso, tocando la suave y fina arena de la playa con los dedos de mi pie. Empujé y me elevé hacía arriba con la necesidad imperiosa de salir de ahí, y probar un suspiró de aire. 
Cuándo lo conseguí llené mis pulmones de aire, agradecido. Miré hacía los lados nervioso esperando ver aquella cabecita de pelo negro al lado mío. 
Aliviado la vi. 
Nadando junto a mí, sonriendo como una niña pequeña mientras las gotas de agua le caían por su bonita cara. 
-¿Có-cómo te llamas?- me preguntó ella recuperando también el aire. Contento por su pregunta la sonreí de nuevo. 
-Dave.- comencé a nadar hacía la orilla de la playa- ¿Y tú?
Ella me siguió, mientras yo me acomodaba en la arena, tumbandome y cerrando los ojos aún imprensionado de mi mismo por lo que acababa de hacer.
Sentí su peso muerto al lado mío, y después de unos segundos en un cómodo y reconfortante silencio, ella habló.
-Melodie. Un placer"

Recordé amargamente aquel momento en mi vida, que a mi me pareció lo más precioso de ella. Golpeé mi frente, regañandome a mi mismo. 
Tanto lugares en dónde poder encontrarsela y tenía que estar aquí, en el mismo pueblo, en el mismo instituto y siendo mi amigo su novio. 
Acaricié de nuevo la guitarra, y poniendo las cuerdas entre mis dedos, pensé en ella. 
¿Por qué? ¿Por qué me traicionó cuándo la amaba?
La amaba como nada en este mundo, mi primer amor, mi primera chica. Ella era quién me había convertido en aquello, un chico de ninguna mujer. De solo una noche. Diversión, pasión, y luego si te he visto no me acuerdo.
Era repugante. Pero era yo.
Las lágrimas comenzaron a salir de mi ojos antes de que pudiera pararlas, cayendo en la madera de mi preciada guitarra. Y me derrumbé. 
Apoyé mi cabeza en ella, reposándola mientras las lágrimas la mojaban una y otra vez.
Tatareé su canción. 
Mi primera canción.
Aquella melodía, que había creado inspirado en ella cuándo la conocí. Su melodía. 
Canté más alto, y más alto, desahogándome entre sollozos. 
Por que aquella canción era por ella, para ella. 
Melodie. Por ti.

Capítulo 25: Mía.

Ryan.

Desde que tengo los catorce años, ninguna se ha resistido a mis encantos, y han ido cayendo poco a poco como fichas de un dominó. 
Ella, no iba a ser la excepción. 
La deseaba como a ninguna otra chica. Ese cuerpo que tenía era espectacular, mejor que el de muchas otras, y apenas podía reprimirme. Cada vez que sus ojos me miraban sentía como mi respiración se descontrolaba, y quería solo cogerla, y besarla...
Pero, yo nunca me rebajaba. 
Las chicas venían a mí, no yo a ellas. 
Usaría cada una de mis cualidades para hacer que ella lo deseara tanto como yo. 
Formaría un plan. 
Y Aria, sería mía. 
.....................................................
Aria.
Los días de mi vida pasaban uno tras otro, así eternamente. Y todos, fueron normales, más o menos. 
Recibí alguna que otra amenaza más diciéndome de nuevo que me alejara de Ryan, ya que resultó que todos aquellos días había sido él quién me había acercado al instituto, con una muy extraña amabilidad. 
Me sonreía más, incluso me hablaba. 
Pareciera ser que mientras estaba en coma habían cogido al anterior Ryan, y lo hubieran cambiado por este. Y sinceramente no sabía todavía a cuál de los dos prefería. 
Llamaron al timbre. 
Esperé a que Ryan abriera la puerta, seguramente sería uno de sus amigos, ya que tanto Dafne como Henry se habían ido a trabajar hoy por la tarde, dejándonos solos en casa. 
Otra vez. 
Llamaron de nuevo. 
Esperé sentada en mi silla, mientras jugueteaba con el lápiz entre los dedos, intentando escribir una redacción de filosofía. 
Ningún ruido, nada. 
Por última y tercera vez, llamaron al timbre. En ese momento me dispuse a bajar. 
¿No estaba Ryan en casa?
Bajé con una pesada calma las escaleras, no tenía recuerdos muy gratos de ella, y desde aquel momento tenía por seguro que bajar las escaleras de la casa sería una de las actividades a las que prestaria más atención. 
Caminé con ciudado, hasta que me acerqué a la puerta. 
Al otro lado, oí un suspiro continuado de una maldición. Si, seguramente un amigo de Ryan. 
Abrí la puerta cuidadosamente, no demasiado hasta saber quién era aquella persona que en aquel mismo instante me daba la espalda. Y un sorprendido mejor amigo de Ryan, se giró al escuchar el ruido de la puerta al abrirse. 
-Hola- saludé yo, siendo correctamente educada. No era la primera vez que veía a aquel chico, él y Ryan eran uña y carne, pero sin contar el primer día en el que le conocí junto a mi hermanastro, era la primera vez que hablaba con él. 
-Oh, hola- me respondió él, algo...¿Extrañado?
Se hizo el silencio durante un minuto, un silencio algo comprometido en el que nos dedicamos mutuamente a fijarnos en quién teníamos delante. 
Mason, era guapo y parecía simpático como todos los amigos de Ryan. Tenía ojos azules que sin duda alguna mostraban una increíble astucia, y además parecía, a lo que se le podía llamar, "un buen chico". 
No tenía tanto esa imagen de los demás de su grupo, no parecía ser un mujeriego nato ni el típico rompecorazones, aunque por lo que me había fijado chicas no le faltaban. 
-Y...¿Qué se te ofrece?- pregunté yo saliendo de aquel espeso silencio en el que nos habíamos metido. Él pareció que se acabara de dar cuenta de dónde estaba, y sus mejillas se tiñieron de un leve rosado, que me hizo esbozar una tímida sonrisa. 
-Ah sí, lo siento. - se disculpó él, ofreciendome una, esta vez, sonrisa suya. - ¿Está Ryan?
-No lo sé, pensaba que sí, pero creo que si he sido yo quién ha abierto la puerta y no él, significa que está fuera.- le contesté, intentando parecer algo sociabilizable. 
Tenía que esforzarme en caer bien a los amigos de mi hermanastro, era posible que les viera las caras de aquí a años y años. Y encima siendo compañeros de escuela. 
Mason soltó una amigable carcajada.
-Este chico, y mira que le había dicho que quedábamos  a las seis...- se quejó él haciendo aspavientos con las manos.
-Espera dentro si quieres- le ofrecí yo, de nuevo educadamente. Aunque no me apetecía mucho estar sola con él. Solo porque era Mason, y su forma de ser me irradiaba confianza. Había algo en él, que me decía que no le interesaban las mismas cosas que a Ryan, y Ryan era parecido a Ethan. 
No pienses en él. 
Me regañé a mi misma. Estúpida. Llevaba ya un tiempo intentandolo olvidar minimamente, sacarlo de mi cabeza, y ahora que iba bastante bien, lo fastidiaba todo. 
Mason pasó al salón, sentándose comodamente en uno de los sillones. Me daba la sensación que él había pasado el tiempo en esta casa un millón de veces más que yo, y eso que ahora vivía en ella. 
Me senté en frente suya. No iba a dejar a Mason solo, sería algo...¿Irrespetuoso?
-Aria, ¿Verdad?.- me preguntó él, ya sentado. Me daba la sensación de que quería entablar conversación. Acepté. 
Mejor prevenir que curar. 
..........................................
Mason.
De algún modo u otro, me apañé lo suficientemente bien como para sacar tema de conversación y hablar con Aria, la hermanastra de Ryan. 
Ya que ahora era parte de su familia, quería caerla al menos bien. Y más sabiendo que aquella chica era el dolor de cabeza constante de Ryan, si ocupaba la mayor parte de sus pensamientos sería por algo. Y lo descubriría. 
Charlamos posiblemente de un poco de todo, ella parecía algo más abierta y social, que la primera vez que la vi, también tenía claro que lo hacía por puro respeto. 
Era una chica curiosa, decía lo justo y lo necesario, no daba detalles pero tampoco que quedaba escasa, pude darme cuenta perfectamente, que era una experta en controlar la imformación, saber que decir en el dónde, cuándo y porqué. 
Aunque parecía dispuesta a hablar, mantenía esa aura de misterio alrededor de ella. Por mucho que la preguntase sobre algún tema, estaba seguro que no sacaría nada, se valdría de cambios o redundancias, y de algún modo u otro lo conseguiría. 
Ella ocultaba información, yo ocultaba sentimientos. 
Creo, que nos llevaríamos bien.
Quizás fue así, que no escuchamos el ruido de la puerta abrirse cuarenta y cinco minutos después de lo que debía, y entre palabra y palabra como un Ryan entre sorprendido y molesto aparecía en el umbral de la puerta del salón.  
Haciéndose sonar con un carraspeo.
Tanto Aria y yo, giramos la cabeza abruptamente al sentirle, y solo verle la cara me quedó claramente que ahora quería hablar conmigo.
¿Qué se habría pensado?
Dios, ya lo sabía... 
Si solo supiera la verdad...
..............................................................
Ryan. 
No me gustó ni un pelo verles juntos, los dos sentados en el salón hablando como si fueran amigos. Un sentimiento extraño se apoderó de mí, y sentimiento nada fácil de zafarse. 
Carraspeé, y observé como los dos se giraban hacía mi algo asustados, y Mason casi nervioso. 
No podía ser. 
¿Estaba ligando con Aria?
No. No y no. Por mucho amigo mío que fuera, eso no ocurriría. Aria era mía. Sería mía. 
-Hola...- saludó él con su ya conocida cara normal. Nada de dejar filtrar sentimientos. - Llegas tarde, habíamos quedado a las seis. 
Me reprendió él con una sonrisa. Le sonreí, apurado a que viniera conmigo y dejarle las cosas claras. 
A Mason no le podía interesar Aria, casi nunca le gustaba una chica por no decir nunca, y menos podía ser Aria. 
-¿Subimos?- le pregunté yo haciéndole señas hacía mi habitación, aunque se notaba mi tono arbitrario. El hizo una mueca y levantandose del sillón me siguió, dejando sola a Aria.
 El trayecto hacía mi cuarto fue en un tranquilo silencio, pero solo duró hasta que cerré la puerta de mi habitación comprobando que ella no pudiera oír nada. 
Mason se sentó en mi cama, mirandome. 
-¿Qué haces?- le pregunté de sopetón con lo que recibí una mirada interrogatoria de sus ojos azules, miró a la cama. 
-¿No podía sentame?- preguntó él volviendose a incorporar. Se estaba riendo de mí.
-Imbécil. ¿A qué venía ese ligoteo de ahí abajo?- pregunté yo queriendo saber una respuesta mientras él volvía a sentarse en el colchón, por favor que no fuera lo que yo estaba pensando.
Él no pareció sorprenderse. Mierda, al final yo tenía razón, había estado coqueteando con ella. 
-No sé, tu hermanita esta buena y...- se burló de mí Mason mientras sonreía. Encima él se estaba divirtiendo. Me acerqué a él- .Párate celoso. Solo hemos estado hablando. Ha-blan-do. 
Suspiré aliviado, sentándome a su lado. ¿Por qué tanto alivio? A veces ni me conocía a mi mismo, debía reconocer que era un chico raro. 
-¿Sabes que te puedo quitar el puesto de mejor amigo?- le amenacé socarronamente, ya mucho más feliz. Él se hizo el afligido.
-¡No! ¡No! ¡Cualquier cosa excepto eso!- gritó llevandose las manos a la cara y sacudiendo su cabeza con los ojos como platos. No pude evitar de reír. 
-Eres...- Mason arqueó una ceja esperando mi respuesta, yo solo le sonreí irónicamente. 
 Le cogí del hombro y girandolo hacía mí, hicimos nuestro saludo de ocho años que nos marcó completamente como amigos. 
Mano arriba, mano abajo, choque, puño, dedos...
Los dos reímos y nos tumbamos en la cama, mirando al techo de nuevo. Si las paredes hablaran, y sobre todo ese techo, podría escribir un libro, no mejor que eso, una saga...
-Eres patético cuándo te pones celoso. - me dijo Mason dándome una pequeña palmadita en el hombro como si me estuviera consolando. Le aparté, jugando.
-¡No estaba celoso!

Capítulo 24: Confesiones.

Débora.

Otro día más.
Como otro cualquiera. 
Por la tarde. 
Y para eso solo había un significado.
Me tenía que ir a trabajar. 
Sinceramente, lo odiaba, no soportaba tener que trabajar en aquella hamburguesería pizzeria cinco días a la semana todas las tardes. No me gustaba.
Luego volver a mi casa con ese olor a fritura y aceite, y tener que darme dos duchas para que no apestara. 
Además mi verguenza y tartamudeo no servían para mucho a la hora de ser camarera y más cuándo iba gente joven de mi edad. Se burlaban de mí. 
Si pudiera cambiaría de trabajo. 
Pero esa es la cuestión, que no puedo. 
Nadie más quería aceptar a una adolescente de dieciseís años tartamudeosa. Nadie, ni si quiera para ser empleada en la biblioteca. 
Así que, eso era lo que me tocaba. 
Lo único bueno de aquel lugar, era él. 
Drew. 
Siempre conseguía sacarme una sonrisa, siempre me animaba. Era tan increíble. 
Pero él no se fijaría en alguien como yo. Bajita y con aspecto de niña, Drew me sacaba cuatro años. 
Cuatro años, que a mi se me hacían una franja incruzable. Además, tenía novia. 
Meliss, una pelirroja universitaria, guapa y espontánea. Sin timideces, y sin tartamudeos. Una chica de verdad. 
Suspiré, mientras entraba por la puerta trasera al local. 
El olor grasiento de hamburguesas me invadió completamente, olor a carne. 
Me estremecí, siempre me ocurría. No soportaba la carne, era vegetariana. Por eso era todo una ironía que trabajase allí. 
Amasando carne y friéndola para colocarla entre dos panes. 
Mi vida era un asco. Y ese día lo sería todavía más. 
Drew entró por la puerta, sonriente, como nunca antes. Su sonrisa blanca hacía contraste con su piel negra, era tan atractivo. 
-Hola, Debs.- me saludó con el apodo que creó él. Le sonreí. 
-Ho-Hola. ¿Por qu-qué tan fe-feliz?- me atreví a preguntarle. Él solo pasó una mano por mis hombros y me abrazó. 
Adoraba cuándo hacía eso, pero no lo hacía por el mismo motivo que yo le abrazaba a él, solo me consideraba su hermana pequeña. Nada más. 
Drew, era sencillamente genial, y mucho menos un patán. Él estaba en su segundo año de carrera en la universidad, estudiaba ingeniería aeuronática. Y estaba allí, trabajando a medio tiempo como cocinero de pizzas y hamburguesas, conmigo.
-He hablado con Meliss- me dijo emocionado. Quería alegrarme por él, porque supuse que lo que me iba a decir iba a ser algo bueno, pero no podía. Más bien lo temía. 
-¿Así?- pregunté sin tartamudear, mientras amasaba y hacía con la carne la forma redonda de una hamburguesa. 
-¡Sí! ¿Y sabes...? ¡Nos hemos comprometido! ¡La he pedido que se case conmigo y me ha dicho que sí! - la hamburguesa que tenía en la mano, mientras le escuchaba, cayó en el suelo desparramándose. 
No podía ser. 
¿Drew se iba a casar?
Él me miró esperando mi reacción, y yo solo pude sonreírle, mientras mis ojos escocían. 
Tenía que salir de allí. A este paso, iba a llorar. Y no quería que fuera en frente de él. 
Solté todo, y sin decirle palabra salí del local. Necesitaba despejar mi cabeza. 
Drew y Meliss se iban a casar. 
Sabía que debía sentirme contenta por ellos, pero no podía. 
Anduve y anduve callejeando varios minutos. Luego, ya más alejada y sola, me senté en un banco. Permitiendo que mis lágrimas cayesen una y otra vez por mis rosadas mejillas.
Ahora solo estaba concentrada en como mi corazón se rompía en cientos de pedazos. 
Allí marchaba mi primer amor. 
Cerré los ojos. 
Y fue su voz, una voz que se me hizo familiar la que me hizo abrirlos de nuevo. 
-Vaya, vaya... Segunda vez que nos encontramos. Lo que hace el destino.
...................................................
Clay. 
No podía creer la suerte que estaba teniendo en ese momento. Aquella chica en el banco, era la misma con la que había chocado el día anterior sin querer. Y no pude evitar ir hacía ella. 
-Vaya, vaya...Segunda vez que nos encontramos. Lo que hace el destino.- comenté yo detrás suya, quién repentinamente se sobresaltó y giró abruptemente su cabeza hacía mí. 
En ese momento caí en la cuenta de que estaba llorando. Transparentes lágrimas le caían de los ojos hasta la barbilla haciendo que su cara quedase roja. 
Me alarmé. 
-Ey, ey...¿Qué te ocurre?- me acerqué hacía ella, y teniendo unas confianzas que no existían, me senté al lado suyo. 
Ella negó con la cabeza, y avergonzada de nuevo miró hacía el suelo. Los leves sollozos comenzaron de nuevo.
-Mírame- puse un dedo en su mentón, haciendo que sus ojos quedaran en los míos y luego la sonreí. Inesperadamente, ella me abrazó y lloró en mi pecho. Sentí su cabeza en él, y me sentí, extraño. 
Algo que nunca había sentido. Calidez. 
Y era reconfortante. 
Minutos después en silencio, paró de llorar, y yo solo me quedé allí, abrazándola, sin saber que hacer o que decir. 
-¿Ya estás mejor?- me atreví a preguntarla, y como si se acabara de dar cuenta que estaba llorando en el pecho de un desconocido se separó de mí automáticamente. 
-¡Yo lo-lo siento!- prácticamente me gritó horrorizada, mientras su cara se volvía todavía más roja. Era adorable. 
Yo solo solté una leve carcajada. 
La chica miró mi camisa, ahora toda arrugada y mojada por sus lágrimas, y abrió los ojos de par en par asustándose. 
-Yo no.. yo lo...no er-era mi inten-ción que...- la chica cada vez parecía ponerse más y más nerviosa, y la escena me hizo nuevamente reír. 
-Tranquila, era solo una camiseta.- le dije mientras ella me miraba totalmente avergonzada. Apartó uno de sus mechones rubios de la cara. 
-Perdón.- susurró esta vez sin tartamudear. 
La sonreí de nuevo, aquella chica tenía algo especial. Algo que hacía que me sintiera cómodo a su lado. 
-Perdonada, y bueno, ¿Cuál es el motivo de que una chica como tú este llorando?- pregunté curioso, poniendo mi sonrisa natural. Con ella no podía fingir, parecía tan pura y tan inocente.
-Na-nada- me contestó, claramente no era así. 
-Sabes, te voy a proponer algo. - ella me miró extrañada- Tú me cuentas tus problemas y yo te cuento los míos. Sin nombres, ni datos. ¿De acuerdo?
Ella pareció pensarselo. Pero, aunque no lo pareciera, necesitaba desahogarme con alguien, y quién mejor para ello que una desconocida. 
Al final, acabó aceptando. Sonreí. Y ella comenzó. 
Posiblemente estuvimos así horas. 
Ella me contó sobre ese tal Drew, su primer amor. Su hermano, y lo diferentes que eran. Como odiaba tartamudear y su timidez, que a mi me parecía que la hacía linda, como no soportaba el color amarillo y el número siete. Que era vegetariana, pero que trabajaba en una hamburguesería. Que la encantaría leer montañas de libros, y que su pasión era dibujar. 
Yo la conté como nunca me había enamorado Que mi familia tenía problemas y mi padre me pegaba a mi y mi madre. Qué hacía poco había amenazado a un amigo. Y como odiaba que todo el mundo me creyera el más tonto, y que la gente se me acercara a mi por interés. Que me encantaba el color azul, y mi número preferido era el dieciseís. Que mi sueño, seguía siendo ser piloto, que corría en carreras ilegales, y que mi pasión eran las motos.
Reímos y reímos, desahogándonos el uno en el otro, y cuándo cayó la noche nos dimos cuenta que era el momento de parar. 
Posiblemente, aquella chica había sido la primera persona en saber tantas cosas de mí. Pero me sentía bien, más que bien. 
Era una sensación gratificante. 
-Bueno, creo que nos tenemos que marchar- tuve que decir yo, mientras me levantaba del banco en el que había estado sentado horas. Ella asintió, levantándose conmigo. 
-Ha si-sido interesant-te.- concluyó ella con una bella sonrisa. Yo, sin poder reprimirlo también sonreí.
-Sí... Dos desconocidos contándose sus problemas, ¿Por qué no?.
Me miró, y con una sonrisa se me acercó y me dio un simple beso en la mejilla, que para mi fue lo más especial del mundo. Era la primera vez que una chica me daba un beso tan casto, y la primera vez que con un beso sentía tanto.
-Adiós... Su-supongo que par-para siempre. 
-Sí, al fin y al cabo,¿Qué posibilidades tenemos de volvernos a encontrar?- pregunté yo, aunque me moría por ganas de pedirla su nombre, su número, volvernos a encontrar, pero no.
Un trato era un trato.
Y ella los senteció con su última palabra.
-Ninguna.- respondió sin tartamudear de nuevo. 
Se alejó de mí, hacía la dirección  contraria y yo hice lo mismo. 
Sin poder evitar esa sonrisilla tonta de mi rostro. Pero era cierto. 
Ella, aquella chica sin nombre a la que acababa de confensar todos mis secretos al igual que había echo conmigo, y yo, no nos volveríamos a encontrar.
Jamás. 
El destino no haría eso, ¿O sí?

Capítulo 23: ...A tempestad.

Ryan.

Estaba en el coche con Aria, a mi lado, como copiloto.
Los dos en silencio, con la radio puesta, mientras ella movía la pierna y tamborileaba con los dedos al son del compás.
No me había atrevido a decirla que no me gustaba la música, que prefería el silencio.
Seguramente sea un imbécil.
Ella llevaba todo el viaje mirando por la ventana, parecía pensativa. Y yo, como todo idiota la prestaba más atención a ella que a la carretera.
Hoy, iba con sus típicas ropas. Una sudadera azul y un pantalón de chándal negro que no dejaba ver nada. Así me gustaba más, sin que nadie viera ese cuerpazo que se escondía detrás de todas esas ropas anchas.
Mucho mejor.
De alguna extraña manera me sentía algo posesivo con ella.
Pero ahora eso me daba igual.
Ella hizo ademán de bajarse en el mismo sitio, en dónde siempre la dejaba. Eché los cerrojos. No se lo permitiría, y después encima de que por culpa mía hubiera estado en coma durante una semana.
Ni hablar.
-¿Qué haces?- me preguntó ella intentando abrir la puerta del auto, para luego mirarme a mí, algo confusa.
De una de las cosas de las que me había dado cuenta en estos días, era esa. Desde que había salido del hospital parecía haberse quitado su máscara de frialdad con la mayoría, o al menos con los más cercanos. Conmigo.
Mostraba sentimientos, y eso lo adoraba. Cada vez que uno nuevo de ellos aparecía, era la persona más feliz del mundo, era como descubrir la solución de un rompecabezas.
Rompecabezas.
Así debía llamarla a ella. Todo el día estaba allí metida, en mi cabeza y por mucho que me la intentaba quitar no podía. Me era imposible.
Aria. Aria. Y más Aria.
Ocupaba todo mi rato, incluso por su culpa apenas podía concentrarme en los estudios. No sé que me había hecho, pero me tenía poseído. Y además si añadía ese deseo de besarla y abrazarla, que cada día podía contener menos.
Y era consciente de que lo conseguiría, y cuándo ocurriese, cuándo ya la hubiese besado, y ella estuviera a mis pies, en ese momento, estaba seguro de que no volvería jamás a pensar en ella, ni si quiera rondaría mi cabeza.
Nada. Sería libre.
Solo tenía que hacerlo.
-Llevarte al instituto-concluí yo mientras volvía a la conducción. Noté su mirada en mí, atravesándome como intentado averiguar que pensaba, ojala que nunca lo consiguiera porque si no, estaba fastidiado.
Conduje lentamente hasta la puerta del instituto y aparqué en el ya casi lleno aparcamiento.
Aria de nuevo me miraba.
Apagué el motor. Lo que hizo que la radio se apagase y los dos nos quedásemos en un extraño silencio, que al final Aria rompió.
-¿Pretendes que baje contigo delante de toda esta gente?- preguntó ella como si aquello fuera lo más raro del mundo. En parte llevaba razón.
-Sí, porqué no. Ya nos han visto más de una vez en el mismo coche- recordé esos dos momentos.
-¿Estás seguro?- me preguntó con un brillo atónito en esos bellos ojos verdes mi hermanastra.
Asentí, y le dediqué mi mejor sonrisa. Ella me observó una última vez como si fuera un extraterrestre, y mientras yo quitaba los seguros, bajó del coche, ante cientos de miradas que se concentraban de nuevo en nosotros.
¡Hola atención!
Estuve por gritar.
Antes de que ella pudiera alcanzar su mochila, la cogí yo, y bajando del coche, se la coloqué en los hombros ante su incrédula mirada.
Arqueó una ceja, y sacudiendo la cabeza fue directa hacía el interior del instituto. Claramente me fijé en las furtivas miradas de un montón de chicas, de mí a ella, y de ella a mí.
Solo Jenn sabía la verdad, quién me observaba con una pequeña sonrisa mordiéndose la mejilla.
Hice mi ya típico gesto de pasarme la mano por mi pelo castaño y como siempre una ráfaga de suspiros lo acompañó.
Cambié mi dirección hacía dónde se encontraban mis amigos, cada uno alejado un poco del otro, y los tres extrañamente serios y callados.
Me acerqué con cautela e intrigado les saludé.
-¿Hola?- dije yo, consiguiendo que sus tres pares de ojos se posaran en mí, para luego alejarse rápidamente.
Me ocultaban algo. Solo con ver sus caras, y expresiones lo sabía.
Les conocía mejor de los que ellos creían.
Los tres parecían nerviosos, e incluso algo asustados.
-Hola tío.- me saludó Dave algo incómodo, mientras Clay y Mason permanecían en absoluto silencio.
¿Qué mosca les había picado?
..........................................................
Dave.
¿Qué debía hacer?
¿Se lo tenía que contar?
Las dudas no me paraban de asaltar una y otra vez. Me estaba volviendo loco, y tenía claro que Ryan se sospechaba algo. Solo había que ver el ambiente entre Clay y Mason, para notar que algo había pasado, y luego contando mi cara de muerto, por lo ocurrido, había que ser muy tonto para no darse cuenta.
Y Ryan, tonto no era.
Posé mi brazo sobre sus hombros como estaba acostumbrado a hacer, y le guié hacía la entrada dejando a esos dos, allí solos.
Ya lejos, él hizo la primera pregunta.
-Oye, ¿Qué ha pasado?- como supuse, lo había notado.
¿Qué hacía?
¿Le contaba la verdad o le mentía?
Suspiré y tomé la decisión. 
-No tengo ni idea.
.............................................................
Clay.
Mason comenzó a andar detrás de un intrigado Ryan y un preocupado Dave. 
Me acerqué a él, necesitábamos hablar. 
Miré a mi alrededor para comprobar que no había nadie cerca y apoyé mi mano en su hombro. Noté como este se sorprendía momentáneamente pero no se dio la vuelta. 
-Mason...Yo siento lo de ayer.- me disculpé. No me contestó. 
Toda la noche había pensado sobre ello, y la culpa, no me había dejado apenas dormir. Sabía que no me había comportado correctamente en ese momento en los vestuarios, pero era de vital importancia que no le dijera a nadie.
-Suéltame.- me ordenó él fríamente. No iba a ser tan fácil que me perdonara. No le hice caso, y mi agarre perduró en su hombro. 
-Sé que fui un idiota y que no tenía que haberte amenazado pero...- él me cortó, dándose la vuelta. 
Sus ojos irradiaban furia. 
-¿Pero qué?- me gritó. - ¡Estaba preocupado por ti, y lo sigo estando!
Sus últimas palabras lo demostraban, y yo me sentía todavía más miserable de lo que era antes. Estupendo. 
-Lo siento...- me disculpé de nuevo. Él se quedó en silencio durante un momento, luego hizo la pregunta que supe que haría. 
-¿De qué son los golpes?
Le miré a los ojos fijamente, igual que él a mi. Se hizo el silencio, sabía que si le decía el motivo ahora me perdonaría y me ayudaría. 
Respiré hondo. 
-No te lo puedo decir Mason, todavía no...
Él me miró por última vez, y sin decir palabra se dio la vuelta y comenzó a andar. 
Esta vez, no le seguí.
...................................................
Aria. 
Fui directa hacía mi taquilla ante las atentas miradas de muchas chicas, que me mataban con los ojos. 
Normal, acababa de venir de nuevo con Ryan. Y él poco deseado no era. 
Me daba la sensación que jamás ninguna chica había llegado con él por la mañana, y supuse que ahora mismo debía ser la envidia de todas. 
¿Por qué? ¿Por Ryan?
Pues vaya. 
Este parecía además haber cambiado de actitud, no sabía porque pero ahora incluso me hablaba algo más que las otras veces, y se mostraba mucho más amable. 
Eso era raro. 
No sé que le pasaba. 
Introduje la combinación en la cerradura de mi taquilla, esperando a que esta se abriera. 
Así hizo. 
Sin fijarme demasiado coloqué mis libros de cualquier manera, para coger los demás. Allí fue cuándo sentí el papel caer. 
Miré hacía el suelo. 
En él, una nota que se encontraba en mi taquilla. Me agaché para recogerla. 
¿Quién me escribiría a mi una nota?
Sobre papel blanco y escrita en rojo, leí las cuatro palabras que había.
"Aléjate de Ryan, zorra."
La última palaba estaba remarcada en mayúsculas. 
La hice una pequeña pelotita, y la metí de nuevo en mi taquilla. 
Cerrando de un portazo la taquilla.
La primera amenaza. Realmente lo sentía por, lo más seguro, su autora. Pero aquello que me ponía en la nota iba a resultar imposible, al fin y al cabo Ryan era mi hermanastro. 
Vivía con él.

Capítulo 22: De calma...

Mason.

El tiempo fue pasando, poco a poco, hasta el momento en el que casi todo se volvió normal. O eso parecía. 
Dave parecía extraño, Ryan en algún momento de estos días le había confesado quién era realmente Aria.  Más tarde me contó el motivo de su comportamiento extraño en los últimos días.
Claro está, lo había supuesto. Que Aria no apareciese en la escuela por casi dos semanas y Ryan sí, me dio que sospechar. Ahora él estaba más tranquilo, más Ryan. 
De Aria no sabía nada, aparte de que ya se encontraba mejor, creo que Ryan me dijo que se incorporaría ya a las clases en un par de días, los médicos le habían recomendado reposo y más si se desmayaba. 
Y luego estaba Clay, quién me empezaba a preocupar bastante, cada vez le veía más golpes por el cuerpo, en el brazo cuándo se le subía la manga o en el torso cuándo se levantaba y dejaba ver una muy buena mancha morada en su costado. Como siempre, yo era el único que me había dado cuenta de aquello, y de que él, también se había fijado en que le había visto. 
No quería suponer nada, porque sinceramente cada opción que se me ocurría me horrorizaba bastante. 
Peleas callejeras. 
Vandalismo. 
Maltrato.
No quería saber en que líos y trapicheos estaba metido, pero era mi amigo, y si las cosas seguían así se lo contaría a Ryan, sin dudar. 
Él siempre sabía que hacer en situaciones como esta. Pero primero hablaría con Clay. Necesitaba saber. 
Le vi junto a Anne, apoyado en su taquilla como siempre hacía en el cambio de clase, él se percató de mi mirada, lo que consiguió que le susurrara algo a Anne y que esta se marchara. 
Fui hacía él. 
Su cara estaba seria, igual que la mía, pero dibujó un intento de sonrisa despreocupada. 
-Hola Mason- me dijo dándome una palmada en el hombro como siempre hacía para saludar que yo no delvolví. Asentí.
Respiré hondo, y mirando a sus ojos verdes claros, le hablé. 
-Clay, necesitamos hablar. 
...................................................
Dave.
Vi a Mason y Clay hablando en las taquillas. Sonreí, al fin les encontraba. Necesitaba contarles algo. 
Hacía poco que me había enterado que Aria era la hermanastra de Ryan, y me sentía bastante culpable de haberle dicho a Melodie que era solo un ligue más, a la que tenía preferencia. 
Y por experencia sabía que Melodie era vengativa, y conociéndola haría cualquier cosa contra Aria, necesitaba el consejo de Mason, él siempre entendía de estas cosas. 
Me acerqué a ellos, pero pareció que no se percataron de mi presencia cuándo comenzaron a caminar, los dos con una extraña cara seria, demasiado seria. 
La curiosidad me pudo, y les seguí. 
Pararon en los vestuarios, entrando en ellos y aprovechando un despiste me coloqué detrás de uno de los armarios, apoyando mi espalda. 
¿Qué les pasaba a estos dos?
-Clay...- comenzó Mason indeciso. ¿Acaso me había perdido algo?
-No sigas Mason, ya  sé lo que me vas a decir. Y no es de tu incumbencia.- le cortó Clay, parecía enfadado y casi molesto. 
Mi mente buscó respuestas para ese encuentro. 
¿Alguna disputa?
¿Alguna chica?
No creo, Mason casi nunca peleaba y menos por una chica. 
 -Lo sé, pero no soy idiota. ¿De que son esos golpes?- preguntó esta vez Mason más firme de lo que alguna vez le había visto. 
Clay no contestó y se formó un intenso silencio en el vestuario, en el que mi cabeza daba vueltas una y otra vez. 
¿Golpes? 
¿Qué golpes?
¿Cómo yo no me había podido dar cuenta de que Clay estaba golpeado? 
No podía ser. 
-No son nada- contestó friamente Clay, aunque el dolor se marcaba en sus palabras. 
-¡Clay no me mientas!- acerqué mi cara al borde del armario para ver la situación. Mason le dio un ligero golpe en el costado a Clay, con el que este soltó un leve gemido. Al instante se recuperó y con los ojos entrecerrrados quitó de un manotazo la mano de Mason. 
Le cogió del brazo, como nunca antes le había visto hacer, y le empujó contra la pared haciendo que sonase un ruido sordo.  Le arrinconó, mientras con otra mano le cogía las solapas de la azul y blanca camisa. 
-Mira, Mason eres mi amigo, pero te juro que como le cuentes esto a alguien, lo pagarás- dijo Clay con una voz tan peligrosa, que incluso a mí me hizo estremecerme, golpeó de nuevo a Mason contra la pared, quién con un quejido cayó al suelo. 
Después de una última mirada Clay salió de los vestuarios. 
Solo podía preguntarme una cosa. Una y otra vez.
¿Qué acababa de pasar?
....................................
Clay.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
¿Qué pasaba conmigo?
Acababa de amenazar a Mason. Amenazar. 
Pasé una mano por mi pelo negro, ¡Joder!
Necesitaba aire, necesitaba pensar, necesitaba aclarar mi maldita cabeza que parecía como si fuera a explotar en ese mismo momento. 
Respiré hondo. 
-¡Clay!- Ryan llamándome hizo que saliera momentáneamente de mis cavilaciones. 
Venía con una sonrisa de oreja a oreja, feliz. Sabía que si se enteraba de lo que le acababa de hacer a Mason me mataría, por muy amigo suyo que fuera, Mason era como su hermano. 
Todos lo teníamos claro. 
Nunca habíamos envidiado su relación, se conocían desde hacía años y años, incluso hacía cuatro años cuándo los concocí yo, ya eran inseparables. Y lo seguían siendo. 
Le miré, y salí corriendo, ante su incrédula cara. 
No podía fingir que no ocurría nada. Mis ojos me escocieron. 
El aire me dio en la cara y salí lo antes que pude del recinto del instituto. 
Corrí hacía el parque, cargando el arrepentimiento. 
¿Cómo le podía haber echo eso a Mason?
¿En qué me estaba convirtiendo?
¿En mi padre?
En ese momento choqué contra algo. Escuché el leve gemido, y el golpe de caer. 
¿Quién...?
...........................................................
Ryan.
¿Pero qué pasaba ahora?
Observé como Clay se alejaba de mi a toda velocidad, casi huyendo. 
¿Qué le ocurría ahora?
La sonrisa de mi rostro se borró definitivamente. 
Busqué a Mason y Dave, en buscas de respuestas, pero no los encontré en ningún lugar. 
Ninguno de los tres se presentaron a clase. Eso ya empezaba a ser preocupante y sobretodo por Mason, él nunca se saltaba una clase, Dave y Clay sí, pero Mason, Mason precisamente no.
Y tuve una ligera idea de lo que ocurría...
Problemas.
............................................................
Clay.
-Lo siento, no me di cuenta...- me disculpé con aquella persona con la que acababa de chocar. 
Una chica de pelos rubios cortos y cara redonda, me miraba confusa desde el suelo. 
-Lo- lo siento.- tartamudeó adorablemente. Como todo un caballero la tendí una mano, que ella cogió para levantarse. 
Era guapa, algo bajita, con cara infantil, pero a mi me pareció un ángel. 
La sonreí. 
¿Cómo es que no la conocía?
-No te vi, perdona. -me disculpé yo de nuevo, mientras ella soltaba rapidamente mi mano, y arreglaba timidamente sus ropas. 
Me agaché y comencé a recoger los libros que por mi culpa ahora se encontraban en el suelo. Ella solo se quedó allí observandome algo cabizbaja, creo que estaba avergonzada. 
Cuándo terminé se los entregué. 
-Gra-gracias- de nuevo tartamudeo. Era tan bonita cuándo hacía eso. 
Sonreí genuinamente, ella de nuevo bajo la cabeza. 
-¿Escapándote de clases?- la pregunté, estaba seguro de que tenía mi edad o parecida. Ella me miró, casi horrorizada abriendo los ojos de par en par. 
-No-no.- negó sacudiendo su cabeza hacía los lados, consiguiendo que su lindo pelo rubio se moviera de un lado para otro. 
-Hora libre, entonces. - ella asintió y como si se acabara de dar cuenta, miró su reloj, su cara pasó de verguenza y timidez a alarma. 
-Lle-llego t-tarde- susurró y con eso, simplemente me dio otro asentimiento y salió corriendo
Vi como se alejaba, hasta perderla de vista su silueta. . 
No sé como lo había conseguido, pero aquel encontronazo con aquella chica de la que si quiera sabía el nombre, había mejorado mi humor. Pero una cosa no quitaba la otra. 
Era un idiota. 
Me senté en uno de los bancos de aquel parque, no me apetecía llegar a casa. Y menos para encontrarme con él. 
Estaba destruyendo mi vida. 
Destruyéndome.