sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 26: Por ti.

Dave.

Me tumbé en la cama, mirando al techo. 
Cerré mis ojos, y suspiré.
¿Desde cuándo ser adolescente era tan difícil?
¿No era este mi tiempo de hacer irresponsabilidades sin preocupaciones?
Abrí los ojos de nuevo, con la imperiosa necesidad de encontrar mi guitarra. 
Allí estaba, en uno de los rincones de mi cuarto, marrón oscura desprendiendo elegancia, con las cuerdas brillando como casi siempre hacían, como si me estuvieran llamando a gritos.
Sabía lo que debía hacer en ese momento. 
Me levanté impulsado del colchón y la alcancé con una mano. 
La apoyé en mis piernas, sintiendo su roce en ellas, la acaricié. 
Mis dedos rozando la suave madera, las tensas cuerdas... No había otra objeto que quisiera más que a aquella gitarra, la adoraba. 
Comencé a tocar la primera canción que se me vino en mente, y como no, fue la suya. 
Su melodía. 
Cerré los ojos mientras mis dedos se movían solos, sintiendo esa pasión por la música que me llenaba. Mi vida. 
Traté con sumo cuidado aquellas cuerdas como si fueran una parte propia de mi cuerpo, mientras dejaba que mis oídos se endulzaran por aquellos acordes que estaba tocando. 
Tan bonita aquella melodía, y solo para ella. 
Recordé el momento en que la conocí, me pareció tan maravillosa...
"-George, quédate aquí. Me apetece darme un baño- le ordené a mi chófer quién comenzaba a parar en   frente de aquella masa azul, el mar. 
-Sí, señorito-me respondió él, como todos. Señorito por aquí, señorito por allá...
Creí ser libre cuándo abrí la puerta del lujoso coche que mi padre me había regalado por mi cumpleaños número quince, y el aire me azotó en la cara, revolviendo mi pelo. 
Sonreí feliz. Subí, dejando atrás el coche, hacía un pequeño acantilado dónde la brisa aumentaba. Aquel sitio era genial, no había nadie alrededor y podía hacer lo que quisiera. 
Me acerqué al borde rocoso, observando impactado el sin fin de aquel mar, era tan bonito azul y transparente invitandote a entrar. Las olas rompían con el principio de aquel pequeño acantilado, haciendo que algo de espuma y frescura me alcanzara. 
Me incliné, respirando fuertemente, intentando que todos aquellos olores llegaran a mi, para sentirlos uno a uno. Sonreí tontamente, y grité fuertemente, al igual que aquella película que había visto hacía un tiempo, todo una clásico.
-¡Soy el rey del mundo!- reí después de gritarlo, mientras hacía eco, oyéndose levemente...
Una risa detrás mía, acompañada por las olas y que a mi me pareció divina me hizo girarme algo intrigado.
-¡Vaya! ¡Ahí va todo tu ego!- me dijo ella con una sonrisa en la cara, una perfecta y bonita sonrisa, mientras su voz se hacía paso entre el romper del mar.
Yo, posiblemente me avergoncé, para luego sonreír tontamente. 
-¡Sienta genial! ¡Pruébalo!- la grité yo, incitandola a que representara el mismo grito que había echo instantes antes yo. 
La chica, que supuse que era de mi edad, pareció pensarselo para luego asintir y venir hacía mí . El viento sopló de nuevo, haciendo que su lindo vestido de playa se moviera con este, al igual que su melena de pelo negra. 
Ella se tambaleó, por lo que la ofrecí mi mano que cogió algo aliviada. 
Quizás fui un tonto, tenía alucinaciones o tanta humedad me había afectado, pero el sentir la mano de aquella desconocia me hizo notar un leve calambre, y una sensación que comenzó a zumbir en mi cuerpo y que no paró. 
Sonreí, ella también lo hizo. 
-¿Preparada?- la pregunté. Ella asintió y quitando su mano de la mía, para mi disgusto, se las acunó en la boca- Una, dos y... ¡Tres!
-¡Soy la reina del mundo!- gritó a pleno pulmón, mientras yo reía de nuevo. Sus carcajadas se unieron a las mías.
-¿Bien?- le pregunté mientras otra vez las olas intentaban opacar mi voz. Ella asintió contenta. 
-¡Para descargar estrés es fantástico!- concordó conmigo. Luego miró hacía bajo, y como hacía unos minutos al igual que yo se inclinó para ver el acantilado. Comenzó a andar hacía los lados, parecía buscar algo, y cuándo lo encontró, se despojó de su ropa ante mi mirada atónita, quedándose solo en un morado biquini, que dejaba ver una figura de escándalo. 
Esa chica, para mí, era una diosa. 
Me miró arqueando sus cejas, mientras señalaba hacía bajo del acantilado. 
-¿Te atreves?- me desafió con una mirada pícara. 
Yo, sinceramente, como un idiota guiado por el orgullo acepté sin más. Me quité mi polo verde claro, estando solo en pantalón bañador blanco que me llegaba hasta las rodillas.
Ella me miró con sus ojos traviesos mientras, esta vez era yo, me acercaba a ella. 
-¡Qué valiente!- se burló y yo solo la dediqué una gran sonrisa que indicaba que yo pensaba lo mismo de ella. 
Suspiré, mirando el lugar en dónde tenía que saltar. La chica de melena negra hasta la cintura había elegido bien, no había rocas ni nada afilado que pudiera causar peligro o daño, pero la altura y el agua seguían hay. 
Respiré hondo para tranquilizarme. 
Seguramente estaba loco. Tirarme de una acantilado a tres metros de altura cuándo yo tenía vértigo. Estupendo. 
-¿Listo?- me preguntó ella segura, sin duda, no le tenía ningún miedo a las alturas. La acababa de conocer y ya sabía que aquella chica estaba dispuesta a todo. 
Asentí con las manos temblando, que puse en mi costado para que no lo notara. 
Oí su cuenta atrás como la que había echo yo un minuto antes, escuché el número final, y antes de que lo pensara mis pies se estaban elevando y yo me estaba precipitando hacía el vacío. 
La caída se me hizo eterna y cuándo noté el contacto y el golpe sordo con el agua, fui la persona más feliz en aquel momento, del mundo. 
El agua me tapó entero, mojándome. Llegué al fondo por el peso, tocando la suave y fina arena de la playa con los dedos de mi pie. Empujé y me elevé hacía arriba con la necesidad imperiosa de salir de ahí, y probar un suspiró de aire. 
Cuándo lo conseguí llené mis pulmones de aire, agradecido. Miré hacía los lados nervioso esperando ver aquella cabecita de pelo negro al lado mío. 
Aliviado la vi. 
Nadando junto a mí, sonriendo como una niña pequeña mientras las gotas de agua le caían por su bonita cara. 
-¿Có-cómo te llamas?- me preguntó ella recuperando también el aire. Contento por su pregunta la sonreí de nuevo. 
-Dave.- comencé a nadar hacía la orilla de la playa- ¿Y tú?
Ella me siguió, mientras yo me acomodaba en la arena, tumbandome y cerrando los ojos aún imprensionado de mi mismo por lo que acababa de hacer.
Sentí su peso muerto al lado mío, y después de unos segundos en un cómodo y reconfortante silencio, ella habló.
-Melodie. Un placer"

Recordé amargamente aquel momento en mi vida, que a mi me pareció lo más precioso de ella. Golpeé mi frente, regañandome a mi mismo. 
Tanto lugares en dónde poder encontrarsela y tenía que estar aquí, en el mismo pueblo, en el mismo instituto y siendo mi amigo su novio. 
Acaricié de nuevo la guitarra, y poniendo las cuerdas entre mis dedos, pensé en ella. 
¿Por qué? ¿Por qué me traicionó cuándo la amaba?
La amaba como nada en este mundo, mi primer amor, mi primera chica. Ella era quién me había convertido en aquello, un chico de ninguna mujer. De solo una noche. Diversión, pasión, y luego si te he visto no me acuerdo.
Era repugante. Pero era yo.
Las lágrimas comenzaron a salir de mi ojos antes de que pudiera pararlas, cayendo en la madera de mi preciada guitarra. Y me derrumbé. 
Apoyé mi cabeza en ella, reposándola mientras las lágrimas la mojaban una y otra vez.
Tatareé su canción. 
Mi primera canción.
Aquella melodía, que había creado inspirado en ella cuándo la conocí. Su melodía. 
Canté más alto, y más alto, desahogándome entre sollozos. 
Por que aquella canción era por ella, para ella. 
Melodie. Por ti.

1 comentario:

  1. Por favor continúa la historia en Wattpad o dinos algo a tus segidores. Necesito saber que pasará y que pasó. Era uno de mis favoritos en Wattpad y no puedp creer que no vayas a continuarla

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