miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 3: Maldito matrimonio.


Ryan.
La boda llegó antes de que ninguno se diera cuenta. Y creo que él que mejor se lo tomó fue Mason, que estaba invitado a ella. Nuestros padres se conocían desde hacía mucho tiempo, y eran como una especie de amigos de la infancia parecidos a nosotros. Tanto Dafne como mi padre querían una boda pequeña de no más de cincuenta personas y en un juzgado.
No me preguntéis porqué.
El coche con el padre de Mason, que curiosamente era el padrino llegó puntual a la puerta de nuestra casa. Abrí la puerta, después de mirarme al espejo, ya peinado y con mi esmoquin negro puesto.
-Hola, tío Marcus.
El padre de Mason me sonrío y me dio un medio abrazo.
Técnicamente él no era mi tío, pero era lo más parecido a serlo. Mi padre jamás tuvo hermanos, y como Marcus era su amigo de la infancia pues se convirtió en eso.
Exactamente fue Marcus el motivo por el que nos mudamos, y vinimos aquí cuando tenía ocho años. Mamá quería cambiar de lugar, y a mi realmente no me importaba y si lo hacía pues tampoco lo manifesté, no tenía demasiados amigos en aquel colegio. Y luego conocí a Mason, y después me enteré de que era el hijo del mejor amigo de mi padre, y bueno venían tanto a casa y nosotros a la suya que acabe considerando a Mason mi primo, y al matrimonio Ritcher mis tíos.
Mason venía detrás de su padre, con un esmoquin azul oscuro en su caso, que le quedaba estupendamente, y con su rebelde pelo puntiagudo y estiloso, engominado hacía atrás, dándole la impresión de niño bueno. ¡Ja!
Nos sonreímos.
-Bueno, Ryan. ¿Preparado?-Dijo Marcus alegre dándome una palmaditas en la espalda como si fuera yo quién se iba a casar.
Asentí.
Porque no podía decir nada más. Estaba totalmente asustado por la boda, al fin iba a conocer a la mujer que haría de mi madre y a mi hermanastra, y sería en el mismísimo día de la boda.
Conocería a mi nueva familia.
Tendría otros abuelos, tíos e inclusos primos. Y eso era extraño, a la única que recordaba como de mi familia por sangre era mi abuela Maggie y al abuelo Clark. La familia de mi verdadera madre no tenía contacto con nosotros, no desde el accidente de mi madre.
Y me dolía, realmente me dolía, porque mi propia familia me echaba la culpa de su muerte.
-¡Henry! ¡Baja ya, o será el novio quién llegará tarde en vez de la novia! -gritó Marcus desde debajo de las escaleras para la planta de arriba dónde mi padre llevaba más de tres horas arreglándose.
Escuché unos pasos acelerados bajando por la escalera, y me encontré a mi padre. Más elegante de lo que nunca le había visto, con esmoquin blanco y pajarita negra, zapatos negros brillantes y el pelo marrón canoso repeinado y echado para atrás. Y aunque tuviera cincuenta años, estoy seguro que a cualquier mujer le hubiera parecido muy atractivo. Solo le faltaba la pistola, y la tía buena, para parecer un 007.
-¡Ya estoy aquí! ¡Ya estoy aquí! - gritó el apresurado.
-Bien machote. Pues marchémonos. Chicos ir yendo al coche, que les tengo que decir unas palabras al novio.
Mason y yo hicimos caso, seguramente se echarían un rollo de esos sobre como había pasado el tiempo, etc...
El coche, era, el coche de los Ritcher. Un coche plateado y amplio con cinco plazas y un buen maletero. Estaba brillante, y lucía limpio, y casi nuevo. No tenía ninguno de los arañazos y abolladuras que le habíamos echo Mason y yo el año pasado intentando aprender conducir. Recuerdo que fue un desastre. Chocamos contra todo, señales, cubos de basura, árboles, nos subíamos por los bordillos y el coche iba haciendo eses, consiguiendo que todos los de alrededor nos pitasen o gritasen. Y lo peor fue la bronca que nos echaron después por haber cogido el coche sin permiso y además dejarlo así de estropeado. Fuimos castigados, y bastante. Pero ahora que lo pensaba no podía reprimir una pequeña carcajada.
Otra carcajada me acompañó. Mason también lo estaba recordando.
-Fue un buen paseo ¿no? - se burló él, acariciando como si fuera un perro, el capot del coche.
-Sí. Me acuerdo de la cara que pusieron nuestros padres cuando se enteraron y luego vieron el coche. - reí yo. Marcus se había puesto como la cera de pálido y mi padre parecía que estaba apunto de explotar, todo rojo y casi echando humo por las orejas.
-Deberíamos haber echado una foto.
-Una pena- concordé con él. En ese momento los dos estábamos preparados para el peor castigo de nuestras vidas, pero hay que decir que fue muy gracioso.
A mí me castigaron sin ordenador, o cualquier cosa que conllevase algo de tecnología-ocio, además de no poder salir durante un mes, sin fiestas o quedadas. Lo pasé mal.
A Mason le hicieron algo parecido, un mes sin salir, y le quitaron la Play Station y la Xbox.
Fue una época dura, en la que sufrimos mucho.
-Parece irreal, ya ha pasado un año. Y quién nos iba a decir que el coche que destrozamos sería el carruaje de bodas de Henry. Impensable.
Yo, como suele pasar siempre con Mason, estaba totalmente de acuerdo.
Nuestros padres salieron de casa. Sonriendo. Y mi padre incluso algo más tranquilo, y solo pude pensar:
"Gracias, Marcus"
......
El trayecto no fue largo, que va, fue eterno. ¿Cuán lejos podía estar un "juzgado para casarse" de mi casa?
No se si fueron horas lo que tardamos en llegar, pero se me hizo, sin duda alguna el peor viaje de mi vida, había sido largo y encima llevaba todo el rato reconcomiendome con los nervios de saber quién era mi futura familia, y es que aunque estos últimos días había intentado hacerme el desinteresado, no paraba de pensar en ello. 
Fue cuando Mason me dio un codazo en las costillas que desperté de mi empanamieto, y saliendo de mis pensamientos, noté que el coche de una buena vez, había parado. 
-Tierra llamando a Ryan... ¡Hemos llegado! -gritó él, de buen humor. Un buen humor que no pude entender. 
Yo precisamente feliz, no estaba. 
Sí, de acuerdo. Mi padre se casaba, ohh... era muy bonito todo eso de que rehiciera su vida, y que se hubiera vuelto a enamorar y que hubiera superado lo de mama, pero yo, esto último no lo había echo. Y en parte me alegraba por él, pero no podía descartar de mi cabeza que la mujer que esperaba en aquel juzgado para comprometerse con mi padre, no era ni más ni menos, una sustitución de mi verdadera madre.
 Suspiré con aire derrotado, y aunque nuestros padres no se dieron cuenta ya que se encontraban demasiado ocupados en el intento de tranquilizarse mutuamente, la persona que tenía al lado, y que seguramente la que más me conocía, me miró sin entender.
Yo solo encogí mis hombros, negué con la cabeza y me animé a mi mismo.
Ya sabía lo que iba a hacer en esa boda.
Buscaría a una dama de honor, la mejor, y bueno, un poco de coqueteo y tonteo, insinuaciones, y me la llevaría a los baños.
Ese era mi plan. Y no se iba a estropear.
Encima que tenía que tragarme la "boda del amor empedernido" de mi padre, al menos la disfrutaría. 
 .......
Mi padre respiraba descompasadamente en el pasillo apoyado en la puerta que si cruzaba le encaminaba directamente al altar. Y justo cuándo la iba a cruzar, va, y le da un ataque de nervios. ¿Eso no le ocurrían a las mujeres en vez de los hombres? 
Estaba comprobado, solo era un tópico de película. 
Y lo sabía perfectamente, porque era yo, quién sujetaba a mi padre por el hombro mientras le decía palabras tranquilizadoras. 
 -No puedo entrar ahí.... No puedo... No puedo... - susurraba él todo el rato mientras sudaba como nunca y temblaba, ante la mirada atónita de su padrino y mi mejor amigo. 
Suspiré de nuevo. Esto no era nuevo para mí. Mi padre siempre se ponía así cuando ocurría algo fuerte o tenía que decidir por algo muy importante que podía cambiar su vida drasticmente, y este momento, precisamente una boda, venía estupendamente como ejemplo.
Por suerte, no era el peor de todos sus ataques, y al menos ya estaba acostumbrados a ellos. 
Desde los diez años me tuve que encargar de él, durante al menos cinco meses en este mismo estado todo el rato, después de que le dieran la noticia de la muerte de mi madre.
Y si una cosa sabía desde que era pequeño, es que mis padres se amaban como nada en este mundo. Que disfrutaban cada segundos juntos, y que con una mirada se decían miles de cosas sin pronunciar palabra. Se entendían perfectamente, comprendían sus problemas, la confianza era algo básico en ellos, eran sin duda alguna, su media naranja. Pero el destino, exprimió demasiado. 
En aquel momento, todos éramos felices. 
-¡Papa! Hace cuatro años que no te pasaba esto. Mírame- le dije, mientras le cogía la cara y hacía que nuestros ojos se encontraran. Henry James, era conocido por sus nervios de acero, y nunca perder la compostura, pero solo era una fachada de día a día incluso conmigo algunas veces, excepto en estos episodios que le daban, claro está, que nadie aparte de mí hasta el momento sabía de sus ataques de histeria y ultra nervios en momentos demasiado importantes. 
Yo, tenía una teoría sobre elMi padre siempre se había contenido, él era así, formal, frío, y rígido. O eso intentaba que pareciera en el trabajo, con sus conocidos no cercanos, o en la calle. 
Pero tanto extrés en su trabajo y la responsanbilidad de ser el jefe de una empresa famosisima, entera, hizo mella en él, y cuándo yo tenía cerca de los siete años, el abuelo Clark murió. Y no pudo oprimirse el dolor. Fue la primera vez, de muchas en adelante, que le vi completamente devastado. Pero al menos en esos tiempos estaba allí mi madre para ayudarle a superarlo. 
Pero, ahora estaban allí. En su boda. Sin su madre. Y se suponía que era un día feliz. Debía apoyarle.
-Papa, me tienes que escuchar...- le dije yo, pero me cortó negando con la cabeza.
-...No...No... Te-tengo qu-que ir-irme. -murmuró lleno de pánico. No entraba en razón y no me quería oír. Luego se suponía que aquí yo era el adolescente, y él, el adulto. Tenía narices. 
Me cabreé. Y estaba a punto de ponerme totalmente serio y decirle una cuantas cosas claras, cuándo alguien más lo hizo por mí.
-Henry James Francesco. -Llamó Marcus Ritcher a mi padre por su nombre completo, que hacía tiempo que no escuchaba- Pareces un niño cobardica, no ves que incluso tú hijo se comporta mejor que tú. Dejate de tonterías. Y comportate como un hombre. Hazlo por Jullie.
 "De nuevo Marcus. Gracias"
Me prometí a mi mismo, que cuando terminase mis estudios de arquitectura en la Universidad a la que entraría el próximo año, le iba a hacer un monumento. Que, por cierto, se merecía. 
Mi padre alzó la cabeza, sabía que lo que le había dicho Marcus y la mención de su difunta esposa, le había calado hondo. 
Vi como respiraba profundamente mientras cerraba los ojos. Se serenó de un momento a otro, con increíble rapidez, y yo, aproveché para cogerle de los hombros. 
-Papa, es tú día- dije sin despegar mis ojos marrones chocolate de los suyos grisáceos. Lo único que probablemente había sacado de mi madre eran los ojos, y me sentía muy orgulloso de ello- Te vas a casar. Con la mujer que amas, a la que estás haciendo esperar en el altar. Y como ella te ama también con locura, ¿No querrás que se piense nada extraño? A lo mejor se marcha pensando en que la has dado plantón.  Así que, vamos. Pasa esa puerta, encamínate de una vez al altar. Y cásate. 
Mi padre asintió. Apretando sus puños, dándose fuerzas a sí mismo.
 -¡YA!- grité yo.
Prácticamente, se abalanzó sobre la puerta y la abrió de par en par, dejando al descubierto al ceremonia, con todos los presentes mirándonos. 
 Mi padre me sonrío por última vez, y comenzó a andar apresurado hacía la novia vestida de blanco que tapaba su cara con el velo.  
Probablemente, fue el momento más feliz que viví en los últimos años, porque cuando mi padre llegó y dio un abrazo a la que sería su futura mujer, vi la sonrisa adornando su rostro. 
Una sonrisa sincera, que no veía desde la muerte de mi madre. 
Cogí asiento en uno de los sitios libres en las primeras filas, al lado de una mujer mayor y dando al pasillo. Me acomodé y solté una carcajada silenciosa.
Y luego se quejaba.
Soy un muy buen hijo.

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