miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 2: Rutina.

Ryan.

El día siguiente fue un cachondeo.
Cuándo vi a los chicos y, sus sonrisas cómplices y socarronas en la entrada del instituto realmente y por mucho que fueran mis amigos tuve ganas de pegarles un par de puñetazos a cada uno. Coloqué de nuevo mi mochila en un solo hombro, pasé mi mano por mi cabello castaño y noté las miradas furtivas de todas las chicas de alrededor, suspirando. Adoraba eso.
-Vas a tener una hermana.- fue lo primero que me dijo Dave cuándo llegué.
 Puse los ojos en blanco, cómo si no me hubiera enterado ya. Había llevado toda la maldita noche pensando en ello. Dafne y Aria. Aria y Dafne. Ahora eran dos nombres a los que me debía acostumbrar. Cuándo había estado con mi padre me lo había tomado bien y de forma tranquila. Pero ahora estaba de los nervios. Lo de liarme con Aria había sido una broma, más o menos, pero ahora que lo pensaba estaba realmente cagado. Todas las chicas que conocía de mi edad habían sido una de mis conquistas. Cómo iba a hacer para convivir con ella durante todo este tiempo, sin bueno, seducirla. Mis amigos eran todos chicos, tendría que encontrar una forma de hacerme amigo de ella ¿no? Eso es lo que se hacía. Al menos solo esperaba que me llevara bien con ella, no me podía imaginar una vida con una estridente chica al lado mía, todo el rato. Todo.
Solo pensarlo me daba escalofríos.
No soportaba esa palabra, todo. Es como siempre. Eran solo mentiras. Las cosas se acaban. En algún momento terminan, y te dejan, destrozado y solo. Como hizo ella. Aún recuerdo sus palabras, esos susurros que me acompañan en todas mis pesadillas, que atraviesan todas mis barreras y me dejan desprotegido.
“Siempre estaré contigo”
Luego, me abandonó.
-Buenos días a ti también, tío. –contesté de forma automática a Dave, recordándome a mi mismo que estaba en la entrada del instituto.  Él me sonrió de esa manera tan peculiar que tenía y que hacía que dos hoyuelos se le formasen como a un niño pequeño, mientras nos dirigíamos con nuestros dos amigos.
Mason y Clay hablaban animadamente. Sinceramente no sé de que. Jamás he conseguido encontrar algo parecido en ellos, o en que coincidiesen. Son tan diferentes y congenian tan poco, que me da la sensación de que si no se hubieran convertido en mis amigos nunca se hubieran dirigido la palabra, pero ahora sonreían y reían. ¿De qué? Ni idea.
-Hola Ryan-me saludó Clay dándome un amistoso puñetazo en el brazo. Mason y yo chocamos nuestros puños como solíamos hacerlo desde que teníamos ocho años. Era él al que más tiempo llevaba conociendo, de pequeño era una mata de pelo rubio y cuatrojos con el que todo el mundo se metía, y yo era el chico nuevo de la ciudad. Así que me hice su amigo. No por nada en especial. Solo porque me pareció increíble que pudiera vivir tan tranquilo incluso si la gente le insultaba. Me gustaba eso de que pasara de los demás. Y un día me acerqué a él, hablamos de la serie nueva de dibujos animados y nos hicimos amigos. Y ahora Mason, era uno de los tíos más deseados de toda la escuela.  Su mata de pelo corto era puntiaguda y con una pequeñas mechas naturales marrones en los picos. Llevaba gafas, pero con estilo. Aquí era como un Dios. Técnicamente nosotros cuatro, éramos como dioses en el instituto.
Atractivos. Atléticos. Guapos. Seductores. Populares. Y encantadoramente encantadores.
Y no es por ser creído ni nada por el estilo, solo soy realista. Y la gente lo sabe. Cada una de las chicas de este instituto babea por nosotros, y sinceramente eso es algo demasiado bueno como para desaprovecharlo.
Jenn la chica con la que me había divertido más de una noche pasó a mi lado. Su trenza corta se metía en el escote de una muy ajustada camiseta verde que dejaba ver perfectamente todas sus estupendas curvas. Unos pantalones cortísimos caquis enseñaban unas piernas de escandalo. Sonreí al verla mientras que por mi mente pasaban más de un recuerdo de esas piernas.
-Ryan- me saludó ella guiñándome el ojo, su voz era tan seductora, me encantaba cuando decía mi nombre.
-Jenn.-contesté yo mientras la miraba de arriba abajo descaradamente, y un pequeño rubor se formaba desde su cuello a su cara.
-¿Te gusta lo que ves?
Se acercó a mí.
Dios, si no fuera porque estábamos en el instituto…
 Sus manos se apoyaron en mis abdómenes y su cara se acercó peligrosamente a la mía, dejando que su flequillo largo me hiciera cosquillas en el cuello. Sus ojos marrones miraban directamente a mis labios. No estaría mal, pero ahora no era el momento.
Mis labios se acercaron a su oreja, y con el susurró más sexy que pude entonar la contesté.
-Ya sabes que sí nena.
Ella soltó un suspiro y bajé mis manos más allá de sus caderas, metí mis dedos pulgares en sus pantalones y ella soltó un gritito ahogado.
Un carraspeó me devolvió a la realidad.
No tuve que mirar para saber quién era.
-Veo que te estás divirtiendo. –dijo la voz de la que ya me empezaba a cansar.
Solté a Jenn que me miró con desilusión y se marchó. Sí, era una pena. Otra vez sería.
Me giré para encontrarla a ella. Melodie Thorn. La diosa del instituto.
Melena negra hasta una perfecta y esbelta cintura. Unas piernas de otro mundo, ojos negros del mismo color que su pelo, labios rojos y seductores que te incitaban a besarlos y quedarte hipnotizado. Y un esbelto busto. Era lo que se podía llamar en lenguaje de tíos, la chica cuerpo diez.
Y sí, yo, el chico cuerpo diez y la chica cuerpo diez, éramos novios.
Lo nuestro no era nada de amor verdadero o cursilerías de ese estilo. Solamente éramos novios, porque así debía de ser.
Un día ella se me acercó y me dijo que como éramos los más populares que estuviéramos juntos, y a mí, no me importó. Sinceramente nunca he tenido novia, así que Melodie es la primera que se hace llamar así, pero a mi gusto no hay mucha diferencia entre ella y otras conquistas. Con todas me acuesto ¿No? Es simple, somos novios, porque sí.
Pero eso de ser fiel no es lo nuestro, ni mucho menos. Yo me lío con otras chicas, y ella con otros chicos, es sencillo, luego nos vemos y bueno, pasamos un buen rato, en su casa o en la mía, da igual.
Y no voy a ser mentiroso, Melodie es excepcional. No todas las chicas son como ella, y ella piensa lo mismo de mí. Pero nuestro noviazgo, es como ser dos amigos con derecho a roce, pero sustituyendo el amigos por novios, para que quede más bonito.
-Preciosa, buenos días.
La dije mientras me acerque a ella, y conseguía que sonriera por el piropo. Si hay algo que les guste más a las mujeres que las joyas, son los piropos y que las digas cosas bonitas. Y ese es el punto débil de Melodie. Si se enfada o algo, una palabra bonita, un halago y todo esta controlado. Es fácil hacerlo.
Creo que soy un buen novio.
-Te he echado de menos.
Esa frase que me dijo, técnicamente no era correcta. No me había echado de menos a mí, si no a mi besos, a mis caricias, a estar conmigo en la cama, pero no a mí.
-Yo también.
Ella sabía que era por el mismo motivo.
Me lanzó sus brazos y me rodeó por el cuello. Pude oler su perfume, y como una de sus piernas se empezaba a enrollar en las mías. Sus labios se acercaron a los míos. Y nos besamos. Con bastante pasión. Noté como su lengua se hacía camino en mi boca. Y realmente lo disfruté.
Melodie puede ser muchas cosas, pero mala besadora no.  Curiosamente yo tampoco.
Mis manos viajaron por sus curvas, sus caderas, su culo, sus muslos. Sí, sé aprovechar un momento. 
Cuándo ella se separó de mí, jadeó. Les solía ocurrir a todas. A mí no tanto. Mi respiración era normal, pero después de ese beso juro que quería más.
-¡Mel! –oí su nombre. Unas de sus insoportables amigas la llamaba agitando animadamente la mano entre todo el gentío. Recordaba a esa amiga suya, sus besos no eran tan buenos como los de ella.
-Nos vemos luego.- la dije y me fui con mis amigos que me esperaban con cara de mosqueo, y pude notar perfectamente como Clay mira fijamente el culo de mi novia.
 ¿Me debería importar? Pues no lo hacía.
-Tío, no sé cómo la soportas.-dijo Dave pasándome un brazo por encima. Dave y Melodie se llevan mal desde el primer momento que se vieron, o eso es lo que intentan que parezca. Pero más de una vez les he visto mirarse como si se estuvieran comiendo con los ojos, y puede llegar a dar miedo. En serio.
Y aunque Dave afirma que no se conocían antes de que el viniera a este instituto hace dos años, no me lo creo. Entre esos dos pasa algo, pero tampoco soy quién para meterme entre sus asuntos.
Aunque más de una vez, cuándo Dave se ha emborrachado nos ha contado sobre una novia que tuvo a la que quería mucho y a la que vio que le engañaba con otro. Curiosamente la descripción que nos hizo esa noche sobre esa exnovia suya se parece muchísimo a la de Melodie.
-Por momentos como ese- le contesté, consiguiendo que él se tensara y apretara con más fuerza su brazo sobre mí.
Comprobado.
Entre esos dos había pasado algo. Y Dave estaba tan celoso que apenas se podía contener.  Hice como si no notara su reciente comportamiento, y comenzamos a hablar sobre el fútbol, y el partido de ayer que me perdí al estar encerrado todo el día en mi cuarto.
Al menos a mis amigos se les olvidó preguntarme sobre mi nueva familia, y el día pasó como otro más. Fue en la salida cuándo al despedirnos y todos los demás se marcharan a casa, me quedé solo junto a  Mason que me paró junto a mi coche y me observó muy serio.
-¿Te encuentras bien? – preguntó. No debí sorprenderme por esa pregunta, Mason era siempre el que se daba cuenta de los estados de ánimo de los demás, pero lo hice.
-Esto…sí, ¿Por?- la respuesta no fue muy convincente pero si lo suficiente como para que Mason se relajara un poco y dejara de mirarme con esa cara.
-Bueno, sé lo de tu madre y ahora con lo de que tu padre se va a casar y vas a tener una nueva hermana, estaba preocupado por si no lo llevabas bien.
Si no fuera porque hubiera sido extraño, juro que le habría abrazado y dado dos besos. No sé si fue mi cara la que me delató, que él se sonrojó.
-¡No me mires de esa manera! ¡Ya no te pregunto más!- me gritó enfurruñado como un niño pequeño, incluso dando una patada al suelo. Una cosa que tenía muy clara de él, es que jamás era capaz de enfadarse realmente.
-Mason. – levantó su cabeza visiblemente avergonzado- Gracias.
A veces me asombro de lo bien que puede sentir que se preocupen por ti, y saber que tienes a alguien en quién confiar al lado tuyo. Y como un simple “Gracias”, puede remarcar una amistad de años.

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