sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 11: Este es mi mundo, y no te quiero en él.

Ryan. 

¿Por qué?
¿Por qué tengo tan mala suerte?
¡Que alguien me lo diga!
Gruñí, y Melodie se me quedó mirando perpleja, y con razón, que hacía gruñendo con un repaso de Matemáticas. 
Pero no era eso lo que me molestaba y enfurecía, era tenerla a ella, en la misma clase. Y cada vez que intentaba atender a lo que decía el profesor Danpot, por el rabillo del ojo la veía a ella y hacía que perdiera toda mi concentración. Se sentaba en segunda fila, justo al otro lado de la clase, sola, apuntaba todo lo que salía en la pizarra frenetica, no preguntaba, no hablaba. Normal que la hubieran subido un curso...
La chica era inteligente y encima parecía astuta... ¿Cómo había llegado al instituto tan pronto y sin perderse?
Estaba seguro, de que lo había consultado el día de antes. 
Noté de nuevo la mano de Melodie en mis pantalones. La chica era persistente. No me apetecía ahora. 
Acercó sus labios a mi oreja. Demasiado tentador, pero no. Debía atender. 
Entonces la vi, mirándome desde la otra punta de la clase con sus ojos como hielo, y el impulso y la tentación ganó. Y algo más...
Agarré a Melodie del cuello, y me incliné hacía ella besándola fuerte y apasionadamente, ella apoyó su espalda en la pared, y metí mi mano bajo su falda, acariciando sus piernas. 
Un carraspeo. 
El señor Danpot nos observaba ligeramente mientras arqueaba una ceja que emitía una perfecta advertencia. 
Adoraba a este profesor, aunque su asignatura fuera la que peor se me diera, nunca pasaba del ocho en sus exámenes. 
Solté poco a poco a Melodie, quién ruborizada se colocó de nuevo en su asiento, y le di una sonrisa al señor Danpot al que se le elevaron las comisuras de la boca. Negó con la cabeza y siguió resolviendo la derivada, que no me salía el otro día por la noche, en la pizarra. 
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Aria
In-cre-í-ble
Él se acababa de dar el lote con una chica en la clase de Matemáticas, en frente del profesor, eso si que era ser descarado. El tío, no tenía vergüenza. 
Y encima cuando la había besado me había mirado a mí, como restregándomelo, socarronamente. 
Debía reconocer, que el beso que se dieron fue de película. Nunca había visto un beso así. Parecía que Ryan besaba bastante bien, con solo ver los coloretes de ella...
Derivadas. Derivadas. Y más derivadas.
Me tenía que concentrar en eso.
Estaba en Matemáticas, y aunque parecía que se me daban bien, me costaban bastante. 
El señor Danpot explicaba bastante bien, mejor que mi anterior profesor, tenía esperanza en sacar una muy buena nota en esta asignatura, y eso que era el primer día. Y es que aunque ya fueran un poco avanzados en el temario al ser finales de noviembre, me sabía bastante bien todo lo demás, leérmelo y ya lo tendría.
Cuándo sonó la campana, instintivamente miré mi horario, Literatura, y luego Biología. Después recreo. 
Salí rápidamente de allí, sin si quiera perder el tiempo en mirarle a él. ¿Para qué?
En las demás clases, me senté de nuevo sola, nada de relaciones sociales, y menos aquí. 
Para que negarlo, era una solitaria, sin nadie a mi alrededor estaba perfectamente y no necesitaba un séquito detrás mía siguiéndome como si fuera su líder. No. Definitivamente, no. 
Los ojos curiosos, y comentarios se fueron apagando lentamente, y poco a poco. Eso me aliviaba. Dentro de unos días, ya nadie, bueno casi nadie, se acordaría de mi presencia en este instituto. Adoraba poder convertirme en invisible hacía los demás, pasar desapercibida, sin importancia. Mejor así.
Sonó la campana de la tercera clase, que indicaba el comienzo del tiempo libre. Esperé sentada a que la clase se vaciara, era una locura intentar salir al principio, los pasillos, en el primer minuto había comprobado que eran una estampida, incluso en el cambio de clase. 
Cuándo ya salí los pasillos estaban vacíos y todo el instituto se encontraba en la cafetería o en el exterior, aunque eso era poco probable ya que con el viento que hacía no apetecía en absoluto.
Me dirigí hacía allí, con la intención de comer algo.  
Cuándo iba a abrir la puerta, esta se movió hacía el otro lado y algo se golpeó contra mí. 
Sus manos sujetaron fuertemente mis brazos, y un escalofrío me recorrió. Temblé.
Y recuperando de nuevo el equilibrio me alejé de aquella persona, que me miraba con ojos preocupados.
-Hey, lo siento. No te había visto- se disculpo él. Alejando ya sus manos de mí, se separó un poco, y me observó extrañado fijándose en mí, luego cambió su rostro por una bonita sonrisa. 
Asentí, y seguí hacía delante. Su mano en mi brazo me lo impidió. Otro escalofrío. Menos mal que llevaba la sudadera. 
-Por cierto, soy Clay. ¿Y tú?- preguntó el chico, y por primera vez me fijé bien en quién era Clay. Era guapo, y atractivo, más alto que yo por unos pocos centímetros apenas notables, y llevaba el pelo negro con un pequeño flequillo hacía un lado y de ojos verdes al igual que los míos, aunque los suyos eran algo más claros que los míos. 
-Aria- dije mientras me libraba de su agarre y pasaba hacía la cafetería dejando a Clay atrás.
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Clay
Whoa, whoa, whoa.
Hoy sin duda era mi día de suerte. 
Chocarme con esa chica me había alegrado la mañana. Era guapa de cara, y parecía nueva, una pena que ese estúpido chándal que llevaba no dejara ver nada de su silueta, pero al menos si que dejaba a mi imaginación correr por ella solita.
Parecía algo modosita, unas cuántas sonrisitas más, un par de piropos y sería mía. 
Además estaba falto de diversión. Y quería novedades. Estaba seguro que las doscientos treinta y seis chicas de este instituto habían pasado por mi cama. Una diferente para cada día, y que iba a decir, ya me había quedado sin repertorio. No fue mi problema que ya a los catorce años fuera demasiado atractivo para que no se resistieran y bueno, ya tenía los dieciocho, cuatro años dan para mucho. 
Lo tenía claro. 
A esa tal Aria, la conseguiría.
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Ryan
-Oye, tío. ¿Esa no es tu hermana?- me susurró al oído Mason. Giré la cabeza para verla entrar por la puerta, sencilla, simple y nada, nada atractiva. 
¿Cómo se la ocurría ponerse esa ropa?
-¿A quién miraís chicos? - preguntó curioso Dave hacía nosotros, quiénes nos giramos abruptamente.  
-A nadie. -contesté yo rápidamente  tanto que no fue creíble ya que Dave arqueó una ceja y frunció el ceño, pero no hizo más preguntas. 
Él empezó a contarnos sobre el partido de fútbol que debía jugar dentro de dos días y de alguna manera Mason participó en la conversación. 
Yo, la busqué entre el gentío. La encontré sentándose en una mesa pequeña de al final , apenas perceptible en aquella cafetería. Se sentó sola, mirando todo el rato por la ventana. 
En algún momento me quedé embobado observándola. 
Hasta que Clay llegó de los baños.
-¡Ryan! ¡Tierra llamando a Ryan!- gritó él, dándome un pequeño golpe en el hombro. 
Levanté la cabeza sobresaltado. 
¡Mierda! ¡Me había quedado mirándola!
La odias. La odias. La odias. 
-¿Si?- pregunté furioso conmigo mismo. 
-Chicos, chicos... Creo que he encontrado una nueva ficha para mi juego. - dijo Clay, sentándose entre yo y Dave. 
Los tres sonreímos. Así era Clay, era el más ligón de los cuatro, y eso era difícil  excepto por Mason, que bueno, aún no se había llevado a ninguna chica a la cama. Y creo que de momento tampoco le interesaba, se conformaba con besarlas y algo más. Y yo no le iba a presionar. Él quería que su primera vez fuese con alguien que amase, al igual que yo a los dieciséis, la amaba y luego me dejó. 
Marie, Marie, Marie... que error el tuyo.
-¿Y bien? ¿Quién es?- preguntó Mason. 
Él sonrió socarronamente. 
-Una nueva. Se llamaba...
El temor me invadió inexplicablemente. 
Recordó el nombre y lo dijo. Mientras Mason me miraba a mí con el ceño fruncido, el también se había dado cuenta. 
Dios... Ahora ella estaba en mi mundo, y no la quería en él.
-Aria. Sí, Aria. 

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