sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 23: ...A tempestad.

Ryan.

Estaba en el coche con Aria, a mi lado, como copiloto.
Los dos en silencio, con la radio puesta, mientras ella movía la pierna y tamborileaba con los dedos al son del compás.
No me había atrevido a decirla que no me gustaba la música, que prefería el silencio.
Seguramente sea un imbécil.
Ella llevaba todo el viaje mirando por la ventana, parecía pensativa. Y yo, como todo idiota la prestaba más atención a ella que a la carretera.
Hoy, iba con sus típicas ropas. Una sudadera azul y un pantalón de chándal negro que no dejaba ver nada. Así me gustaba más, sin que nadie viera ese cuerpazo que se escondía detrás de todas esas ropas anchas.
Mucho mejor.
De alguna extraña manera me sentía algo posesivo con ella.
Pero ahora eso me daba igual.
Ella hizo ademán de bajarse en el mismo sitio, en dónde siempre la dejaba. Eché los cerrojos. No se lo permitiría, y después encima de que por culpa mía hubiera estado en coma durante una semana.
Ni hablar.
-¿Qué haces?- me preguntó ella intentando abrir la puerta del auto, para luego mirarme a mí, algo confusa.
De una de las cosas de las que me había dado cuenta en estos días, era esa. Desde que había salido del hospital parecía haberse quitado su máscara de frialdad con la mayoría, o al menos con los más cercanos. Conmigo.
Mostraba sentimientos, y eso lo adoraba. Cada vez que uno nuevo de ellos aparecía, era la persona más feliz del mundo, era como descubrir la solución de un rompecabezas.
Rompecabezas.
Así debía llamarla a ella. Todo el día estaba allí metida, en mi cabeza y por mucho que me la intentaba quitar no podía. Me era imposible.
Aria. Aria. Y más Aria.
Ocupaba todo mi rato, incluso por su culpa apenas podía concentrarme en los estudios. No sé que me había hecho, pero me tenía poseído. Y además si añadía ese deseo de besarla y abrazarla, que cada día podía contener menos.
Y era consciente de que lo conseguiría, y cuándo ocurriese, cuándo ya la hubiese besado, y ella estuviera a mis pies, en ese momento, estaba seguro de que no volvería jamás a pensar en ella, ni si quiera rondaría mi cabeza.
Nada. Sería libre.
Solo tenía que hacerlo.
-Llevarte al instituto-concluí yo mientras volvía a la conducción. Noté su mirada en mí, atravesándome como intentado averiguar que pensaba, ojala que nunca lo consiguiera porque si no, estaba fastidiado.
Conduje lentamente hasta la puerta del instituto y aparqué en el ya casi lleno aparcamiento.
Aria de nuevo me miraba.
Apagué el motor. Lo que hizo que la radio se apagase y los dos nos quedásemos en un extraño silencio, que al final Aria rompió.
-¿Pretendes que baje contigo delante de toda esta gente?- preguntó ella como si aquello fuera lo más raro del mundo. En parte llevaba razón.
-Sí, porqué no. Ya nos han visto más de una vez en el mismo coche- recordé esos dos momentos.
-¿Estás seguro?- me preguntó con un brillo atónito en esos bellos ojos verdes mi hermanastra.
Asentí, y le dediqué mi mejor sonrisa. Ella me observó una última vez como si fuera un extraterrestre, y mientras yo quitaba los seguros, bajó del coche, ante cientos de miradas que se concentraban de nuevo en nosotros.
¡Hola atención!
Estuve por gritar.
Antes de que ella pudiera alcanzar su mochila, la cogí yo, y bajando del coche, se la coloqué en los hombros ante su incrédula mirada.
Arqueó una ceja, y sacudiendo la cabeza fue directa hacía el interior del instituto. Claramente me fijé en las furtivas miradas de un montón de chicas, de mí a ella, y de ella a mí.
Solo Jenn sabía la verdad, quién me observaba con una pequeña sonrisa mordiéndose la mejilla.
Hice mi ya típico gesto de pasarme la mano por mi pelo castaño y como siempre una ráfaga de suspiros lo acompañó.
Cambié mi dirección hacía dónde se encontraban mis amigos, cada uno alejado un poco del otro, y los tres extrañamente serios y callados.
Me acerqué con cautela e intrigado les saludé.
-¿Hola?- dije yo, consiguiendo que sus tres pares de ojos se posaran en mí, para luego alejarse rápidamente.
Me ocultaban algo. Solo con ver sus caras, y expresiones lo sabía.
Les conocía mejor de los que ellos creían.
Los tres parecían nerviosos, e incluso algo asustados.
-Hola tío.- me saludó Dave algo incómodo, mientras Clay y Mason permanecían en absoluto silencio.
¿Qué mosca les había picado?
..........................................................
Dave.
¿Qué debía hacer?
¿Se lo tenía que contar?
Las dudas no me paraban de asaltar una y otra vez. Me estaba volviendo loco, y tenía claro que Ryan se sospechaba algo. Solo había que ver el ambiente entre Clay y Mason, para notar que algo había pasado, y luego contando mi cara de muerto, por lo ocurrido, había que ser muy tonto para no darse cuenta.
Y Ryan, tonto no era.
Posé mi brazo sobre sus hombros como estaba acostumbrado a hacer, y le guié hacía la entrada dejando a esos dos, allí solos.
Ya lejos, él hizo la primera pregunta.
-Oye, ¿Qué ha pasado?- como supuse, lo había notado.
¿Qué hacía?
¿Le contaba la verdad o le mentía?
Suspiré y tomé la decisión. 
-No tengo ni idea.
.............................................................
Clay.
Mason comenzó a andar detrás de un intrigado Ryan y un preocupado Dave. 
Me acerqué a él, necesitábamos hablar. 
Miré a mi alrededor para comprobar que no había nadie cerca y apoyé mi mano en su hombro. Noté como este se sorprendía momentáneamente pero no se dio la vuelta. 
-Mason...Yo siento lo de ayer.- me disculpé. No me contestó. 
Toda la noche había pensado sobre ello, y la culpa, no me había dejado apenas dormir. Sabía que no me había comportado correctamente en ese momento en los vestuarios, pero era de vital importancia que no le dijera a nadie.
-Suéltame.- me ordenó él fríamente. No iba a ser tan fácil que me perdonara. No le hice caso, y mi agarre perduró en su hombro. 
-Sé que fui un idiota y que no tenía que haberte amenazado pero...- él me cortó, dándose la vuelta. 
Sus ojos irradiaban furia. 
-¿Pero qué?- me gritó. - ¡Estaba preocupado por ti, y lo sigo estando!
Sus últimas palabras lo demostraban, y yo me sentía todavía más miserable de lo que era antes. Estupendo. 
-Lo siento...- me disculpé de nuevo. Él se quedó en silencio durante un momento, luego hizo la pregunta que supe que haría. 
-¿De qué son los golpes?
Le miré a los ojos fijamente, igual que él a mi. Se hizo el silencio, sabía que si le decía el motivo ahora me perdonaría y me ayudaría. 
Respiré hondo. 
-No te lo puedo decir Mason, todavía no...
Él me miró por última vez, y sin decir palabra se dio la vuelta y comenzó a andar. 
Esta vez, no le seguí.
...................................................
Aria. 
Fui directa hacía mi taquilla ante las atentas miradas de muchas chicas, que me mataban con los ojos. 
Normal, acababa de venir de nuevo con Ryan. Y él poco deseado no era. 
Me daba la sensación que jamás ninguna chica había llegado con él por la mañana, y supuse que ahora mismo debía ser la envidia de todas. 
¿Por qué? ¿Por Ryan?
Pues vaya. 
Este parecía además haber cambiado de actitud, no sabía porque pero ahora incluso me hablaba algo más que las otras veces, y se mostraba mucho más amable. 
Eso era raro. 
No sé que le pasaba. 
Introduje la combinación en la cerradura de mi taquilla, esperando a que esta se abriera. 
Así hizo. 
Sin fijarme demasiado coloqué mis libros de cualquier manera, para coger los demás. Allí fue cuándo sentí el papel caer. 
Miré hacía el suelo. 
En él, una nota que se encontraba en mi taquilla. Me agaché para recogerla. 
¿Quién me escribiría a mi una nota?
Sobre papel blanco y escrita en rojo, leí las cuatro palabras que había.
"Aléjate de Ryan, zorra."
La última palaba estaba remarcada en mayúsculas. 
La hice una pequeña pelotita, y la metí de nuevo en mi taquilla. 
Cerrando de un portazo la taquilla.
La primera amenaza. Realmente lo sentía por, lo más seguro, su autora. Pero aquello que me ponía en la nota iba a resultar imposible, al fin y al cabo Ryan era mi hermanastro. 
Vivía con él.

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