sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 20: Paredes blancas.

Débora.

Los hospitales nunca me han gustado. Desde pequeña siempre les he tenido fobia a eso de que los médicos lleven batas blancas y vayan pinchando con jeringuillas. 
Me ponía los pelos de punta. 
Tampoco soportaba ese olor característico que tiene un hospital, ese que no se puede calificar en nada, ni si quiera describir. Solo que cuándo lo hueles, lo reconoces. 
Pocas veces iba yo a un hospital, si no lo consideraba muy urgente, me quedaba en casa. 
Pero esta vez, si que era urgente. O al menos para mí. 
Marcus, me abrazaba por los hombros. Él, también estaba preocupado. 
Era cierto, que yo solo la conocía de dos días, pero habíamos hablado tanto como en varios meses. Coincidíamos en tantas cosas, que yo, posiblemente, la consideraba mi mejor amiga. 
Y mi hermano, a mi hermano le ocurría algo raro. 
Desde el día que vio a Aria no paró de sonreír, y hablar de ella. Que qué buena chica, que cómo la había conocido, y otras cosas, con las que me estuvo interrogando. Y más tarde mi madre, se unió a él. 
Yo, conocía perfectamente a mi hermanito mayor, y estaba empezando a sospechar algo, que no estaba segura de que si me gustaba. ¡Solo se conocían de un día! ¡De menos de un minuto!
Pero ahora, ella estaba aquí, y nosotros también. 
Queríamos verla. 
La había llamado hacía dos días a su móvil, por si quería quedar de nuevo, tenía la esperanza de que no se hubiera aburrido de mí, y me lo cogió su madre. 
Dafne. 
Me contó todo lo que había pasado, mientras las dos a cada lado del teléfono llorábamos. 
No sé, como esa chica había echo para que la cogiera tanto aprecio, pero me sentía yo cuándo estaba con ella. 
La daba igual que tartamudeara, que fuera torpe y tímida. ¡La daba igual!
Y ahora era posible que nunca más la volviéramos hablar. La única persona fuera de mi familia que me escuchaba, aparte de Drew. 
Encontramos la habitación, con el número 416, remarcado en su puerta blanca. 
Respiré hondo, mientras miraba a mi hermano. Estaba tan pálido como yo. 
Cojí el peluche que la había comprado como regalo entre mis manos, y apretándolo con una fuerza llena de angustia esperé, después de que mi hermano llamara a la puerta, a que nos abrieran. 
Así fue. 
Un hombre mayor, con el pelo canoso y con un muy buen porte nos abrió, dedicándonos una sonrisa triste. 
Se podían ver a primera vista, sus ojos rojos, y cansados, con algo de ojeras. No había dormido. 
Entramos en silencio, dando asentimientos de cabeza como saludo, a Dafne y al chico que estaba en la otra esquina de la habitación con la cabeza tapada con sus manos, y apoyado en sus rodillas. 
Parecía destrozado, y Dafne también, su pelo rubio estaba despeinado, su ojos muy rojos al igual que su cara, seguramente de llorar. 
Oí el pequeño grito ahogado de mi hermano y como se le cortaba la respiración. 
Miré hacía Aria. 
Allí, tumbada en la cama, tan tranquila y blanca como un ángel. Sus labios algo morados, y su tez blanquecina, de un color poco sano. Los mechones marrones de su pelo la caían sobre los hombros, y ese flequillo hacía un lado tan curioso que tenía, estaba despejado hacía un lado, dejando a la vista su rostro. 
Contuve las lágrimas, mientras mis ojos escocían. Realmente la imagen daba impresión. 
Pensar que podía quedarse así, para siempre, sumergida en un sueño eterno, solo hacía que se me erizara los pelos de la piel. 
Ella iba a salir de eso. 
Por lo poco que la conocía sabía de su gran fuerza de voluntad, se lo noté a leguas, el primer día que la vi. 
Tan diferente a mí, pero tan parecidas. 
Esa era la clave.
El ultra conocido Ryan James, se levantó en aquel instante. Su rostro bello que había veí muchas veces por el pueblo, estaba apagado, sin color, sin ese brillo que le hacía tan especial. Seguía guapo, pero había algo en él, distinto. 
Nos echó una mirada ligera, asintió con la cabeza como había echo yo hacía unos momentos y salió silenciosamente de allí. 
............................................
Ryan.
Ya había pasado una semana. 
Y ella no despertaba. 
Todos los médicos, inlcuso nosotros, estábamos perdiendo la esperanza de que lo hiciera. Hoy y mañana eran los días claves, para que pudiera despertar, pero no había ningún síntoma de que lo fuera a hacer.
Ningún movimiento, sonido, racción mínima a lo que la decíamos. Nada.
Y ello me estaba desesperando. Porque pensaba que el destino me estaba jugando una buena pasada, primero con mi madre y ahora con Aria. 
Me apoyé en la pared del pasillo, y respiré hondo. 
Mierda de vida.
..........................................
Aria.
Decidido, creo que quiero salir de aquí. 
La tranquilidad suprema que hay me agobia, demasiado todo. 
Grité lo más alto posible. 
¿Por qué nadie me escuchaba?
Comencé a andar hacía la niebla, pero lo único que hacía era volver a ese estúpido claro una y otra vez. 
¿Por qué no podía salir de aquel lugar?
Comencé a asustarme. Quería irme. Por primera vez, quería vivir y no morir. 
Quería tener a Dafne junto a mí, con Henry, viéndolos sonreír enamorados, incluso a Ryan, aunque me ignorase. 
Quería volver a mi vida normal, cotidiana. 
Y ahí, en ese momento me di cuenta de cuál era el problema. 
El motivo de porque nunca podría salir de ese páramo. Ese motivo que me haría quedarme allí para siempre. 
Yo, si volvía, no sería a mi vida normal.
.................................................................
Ryan. 
Fui a la cafetería del hospital necesitaba un café, algo que me despertara. Estaba echo un desastre. Y  la gente comenzaba a darse cuenta. 
Incluso Mason, había desistido en preguntarme al verme así, si no se lo había contado era por algo grave, pero todos queríamos mantenerlo en secreto lo más posible. 
No queríamos conmociones, ni estúpidos periodistas para que hicieran un reportaje de tres al cuarto en el periódico del pueblo.
"La familia James imanes de las tragedias"
Sabía perfectamente que ese sería el título del reportaje, cuándo mi madre murió hicieron uno igual, los muy hipócritas.
"Julle James se suicida intentándose llevar a su hijo con ella, interponiéndose en el trayecto de un camión cisterna que pasaba por allí. Nuestras fuentes más fiables, creen que este suicidio se debió a los problemas del matrimonio, y el posible maltrato por parte del tan conocido Henry James, director de las empresas JyF, causaba sobre ellos, y la mujer desesperada decidió que era mejor para su hijo y ella morir, antes que soportar otro día más bajo el mismo techo que el empresario. Muchos vecinos aseguran haber visto en los últimos meses grandes discursiones entre ellos, y actitudes extrañas por parte de Julle James. Por suerte, o por desgracia, su hijo sobrevivió al accidente de su mismo día de cumpleaños, y de momento quedará en manos de ese maltratador. Desde aquí pedimos, que este caso se lleve a los tribunales."
Así comenzaba el artículo, y seguía con muchas más blasfemias y mentiras, todo por la atención y el morbo que producía en sus lectores. 
¿Cómo podían creer que mi madre se quería suicidar?
¿Y qué mi padre la pegaba? 
Si para él, ella era lo más querido en este mundo. La amaba como ninguno otro. 
Aquel maldito artículo solo valió para ensuciar la imagen de mi padre, bajar el rendimiento de sus empresas, y hacerle sufrir todavía más. 
Y, no. No estábamos dispuestos a que saliera algo como eso, otra vez no. Ya me empezaba a imaginar el comienzo.
"Después de la muerte de su madre, Ryan James ha vivido con su maltratador padre, pero parece que eso de la violencia se lleva en la sangre. Hace poco este mismo hombre se casó con una desafortunada mujer, la que tenía una hija de casi la misma edad que el pequeño Ryan. Parece ser, que después de una gran discursión entre estos hermanos, Ryan empujó a su hermanastra por las escaleras, dejándola así en un estado de coma. Desde aquí pedimos que se tomen urgentes medidas por estos dos sujetos, ya que parece ser que la familia James es solo un peligro más para nuestra sociedad..."
Reí con amargura, quién escribiera eso, debía tener una imaginación espléndida como para inventarse una historia así. 
Estaba sentado en la mesa más cercana a las ventanas observando el desapacble tiempo cuándo entraron. 
Débora, la chica de la hamburguesería y la que parecía, nueva amiga de Aria. Y su, el que supongo por el parecido entre ambos, su hermano. 
El mismo chico que le había dado la sonrisa coqueta a Aria aquella tarde de sábado, antes de que todo pasara. 
En gran parte era indirectamente, por culpa suya que todo esto pasara. Si no la hubiera sonreído, no hubiera llamado a Jenn, si no hubiera estado con Jenn, habría echo caso a Aria y no se habría caído por las escaleras. 
Y todo ¿Por qué? 
¿Una maldita sonrisa?
No. Había mucho más. Algo más profundo que ese simple gesto. Era que ella, aunque no de la misma manera, también le había sonreído. Y a mí, nunca. Anhelaba una sonrisa suya, quería una. Mi padre había tenido, Dafne también, y aunque la noche en que salímos todos a cenar estuvo sonriendo y riendo, ninguna fue dirigida hacía mí. Solo en general. 
Eran celos. ¡Estúpidos y asquerosos celos!
¿De qué?
De que le sonriese a un chico que conocía de menos de una hora, y a mi no. Sencillamente eso. 
Lo peor es que creía saber el motivo de los celos. Y eso era imposible. 
Yo no era un chico de ese tipo. Yo nunca me "pillaba" por alguien. Solo ocurrió una vez con Marie, y solo me utilizó. Además, era más joven, y no sabía lo que sentía. 
Pero ahora...
Tenía que ser atracción física. Además con todas las emocuones fuertes que estaba viviendo estos últimos días, estaba muy alterado. No pensaba con claridad, pero ahora sí. Con la mente fría.
Solo atracción.
Estaba seguro, ¿No?
Débora fue la primera en verme, y guiando a su hermano se acercó a mí. 
-Ho-hola- tartamudeó ella. De algún modo la hacía verse bonita. 
-Claro.- intenté ser amable con ella. Tenía muy claro una cosa:
No caerle mal a la mejor amiga de tu hermana, hermanastra o lo que fuera. 
Ella asintió, y se sentó en frente mía, su hermano le siguió sentándose al aldo suya. 
-Marcus- me dijo este, algo ¿Resentido?
Pero era cierto que a mi él tampoco me agradaba demasiado. Supongo que las impresiones a primera vista son importantes, y parecía ser que ninguno de los dos había cogido una buena del otro. Asentí. 
-Ryan.- me presenté yo. Él alzó la mano entre la mesa, y yo hice la misma, estrechándola. 
Me apretó fuertemente, demasiado. 
Eso era una señal. Una señal muy clara. 
No me quería allí, yo pensaba lo mismo de él. 
Apreté fuertemente también. 
Marcus me sonrió educadamente, aunque a leguas podía notarse que era un falso respeto. Esta vez yo me mantuve serio, no tenía animos si quiera para fingir una sonrisa. 
Además, había algo en él, que no me gustaba.
Quizás era ese aura que decía claramente: "Voy a hacer todo lo necesario apra conseguir lo que quiera"
Este tío, tenía la premonición de que me traería problemas. Nos miramos fijamente. 
-¿Eres el hermanastro de Aria, no?- preguntó tímidamente Débora, lo que hizo que nuestra guerra de miraditas terminara, y soltasemos nuestras manos que habían estado apretadas a presión hasta ese momento.
-Sí- contesté yo, sonó algo seco aunque no lo pretendiera. Ella me dio una leve sonrisa tierna como dandome ánimos, lo que hizo que al igual que le ocurría a Dave, se le dibujaran dos graciosos hoyuelos en las mejillas. 
El ambiente quedó en silencio. Silencio que en parte, no me incomodó. 
Apoyé mi cabeza en el frío cristal de la ventana, y me permití volver al flujo de mi pensamientos, aún sintiendo así, la pétrea mirada de Marcus.
Di un sorbo a mi café. 
Luego subiría a ver a Aria. 
...............................................
Marcus.
No me gusta. 
Con esos aires de superioridad que tiene, y el ser tan engreído.
El tan conocido rompecorazones Ryan James. 
Aún recuerdo a Joanna llorando en mi pecho, cuándo después de pasar una noche con él, la dejó allí tirada, sola, se marchó de su habitación sin decirla nada, ni un misero "Ya te llamaré".
¿Cómo podía jugar así con los sentimientos de los demás?
Y ahora lo tenía en frente. Además era el hermanastro de Aria, esa chica. Tan diferente y extraña, que me empezaba a cautivar. 
Cuándo llegase, seguría con mi cuadro. De ella. 
Era mi musa.
................................................
Aria.
 Sé que quiero salir de aquí. Ya lo tengo completamente claro. 
Necesito ver a Dafne, a la gente. 
Pero también soy consciente de que si me marchó, es porque la vida me esta dando una verdadera oportunidad para rehacer mi vida. 
No puedo volver a ser la misma de antes, que no tiene ganas de seguir viviendo un día tras otro, monótona. 
 Debía aclararme, irme de allí y volver conllevaba una gran decisión. 
El luchar. 
Luchar por mi felicidad. ¿Lo haría?
........................................................
Ryan. 
 La sala está sola. Solo estoy yo con ella, y el rugir del viento en el exterior.
Sigue blanca, pálida. 
Y no puedo parar de arrepentirme del momento en que dije "Piérdete"
Una y otra vez, en mi cabeza, martilleándome. Y el sentimiento de culpa está empezando a reconcomerme. No lo soporto. 
Así que asegurándome que no hay nadie alrededor que pueda llamarme loco, comienzo a hablarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario