sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 19: Lo que pasa cuándo tú no estás.

Aria. 

Me siento ligera. Como  nunca me había sentido, y esa sensación nueva es tan placentera. No sientes nada de ti.
Oigo mis pensamientos resonar como un eco rebotando de un lugar a otro, y antes que sonar irritante, es muy relajante. 
Solo me dan ganas de quedarme allí, eternamente. Cerrar los ojos y dejarme llevar por la corriente del sueño. 
No sé que me pasa. Pero extrañamente me siento, bien. Como si todas esas preocupaciones que tenía hubieran desaparecido. 
¿Qué preocupaciones?
Me sentía libre. Por una vez, podía a ponerme a gritar ahí mismo y nadie me diría nada. Nunca. 
¿Nadie?
¿Por qué estaba yo sola?
Miré a mi alrededor todo blanco. Intenté enfocar para ver el final de aquel lugar, pero solo lo rodeaba una neblina densa, comencé a andar. 
¿Dónde estaba todo el mundo?
¡Dafne!
Grité, no hubo respuesta, esta vez el eco me adormeció. 
¿Qué más daba dónde estaban?
Yo estaba aquí. Y era feliz. Sola. 
Podía quedarme allí todo lo que quisiera, nadie, estaba segura, me lo impediría. 
..................................................................
Dafne.
Henry me abrazaba fuertemente, para él también estaba siendo duro. 
Su mujer y su hijo habían pasado por aquello, durante meses, no me quería imaginar la agonía que fue para él. 
Su abrazo prometía esperanza, y yo sabía, no tenía que desfallecer.
Habían pasado ya tres días desde aquel momento en el que Ryan nos había llamado contándonos todo. Tal y como dijeron los doctores, Aria al no despertarse en las primeras veinticuatro horas, cayó en el coma. 
No saben cuánto tiempo. 
Dicen que sus constantes vitales son estables, que no hay ningún cambio. 
Y yo no puedo parar de llorar. 
Sé que no es mi hija. Sé que para ella, yo no soy su madre, si no con alguien que quedarse hasta los dieciocho. También soy consciente de que apenas nos conocemos de tres años, y que estoy enterada de menos de la mitad de su pasado. 
Pero la quiero. 
Porque yo la considero mi vida, mi verdadera hija. 
Haría todo lo que pudiera para que la que estuviera en esa cama fuera yo, rotandonos de posiciones, y ella aquí despierta. 
Cogí su mano, helada. Como siempre las tenía. La acurruqué entre las mías, mientras la daba un beso en su mejilla. 
A ella nunca le había gustado las muestras de cariño. Ni besos, ni abrazos, ni nada por el estilo. 
Supongo que era algo de su pasado, que en algún momento, y cuándo estuviese preparada, me contaría. 
Ryan, entró en ese momento. Ojeroso. Me alegré de verle ahí. 
Se preocupaba por Aria, casi más que los demás. Había pasado aquí estas cuatro noches, cuidandola cada minuto, esperando una reacción esperanzadora que indicara que se podía despertar, cosa que no ocurrió. 
Abrí y cerré los ojos. 
Aria no lloraría en momentos así. Me debía mantener fuerte, como ella. 
Al fin y al cabo, aquí, yo era la madre. 
............................................
Ryan.
Este día, podía haber sido un día normal, de mi antigua vida.
En la que no estaban ni Dafne, ni Aria. Solo mi padre y yo. 
Había ido al instituto, atendido en clase, y hablado con mis amigos. 
De esas tres cosas solo una era verdad, la primera, mi padre me había obligado. Allí apenas crucé palabras con nadie, aparte que con Jenn. Ni si quiera Mason, que me estuvo preguntando. 
No quería decirlo. Porque sabía que si lo decía me derrumbaría ahí. 
Yo había tenido, de nuevo, la culpa. 
Y ahora estaba ahí, observándola en esa cama de hospital entre paredes blancas, como las que un día vi cuándo yo desperté de ese mismo sueño.  Solo esperaba que ella también las pudiera ver. 
Llevaba tres días sintiendo la necesidad imperiosa de ver sus ojos, de ese color tan curioso, como me gustaba a mi llamarlo, color verde militar. 
Incluso de ver sus ropas, que la hacían parecer una sudadera andante. 
Solo deseé que se pusiera bien, y que no me hiciera lo mismo que mi madre. 
Y en ese momento, una pregunta peligrosa, y mucho peor que todas las demás me rondaba la cabeza, llevaba cuatro noches rondandome la cabeza. 
¿Cómo había empezado a sentir cosas tan fuertes por Aria?
No tenía respuesta, y sabía una, pero era mejor no decirla, porque era imposible. 
La conocía de una semana y poco más, solo habíamos cruzado apenas dos palabras, y todas ellas cortantes o hirientes. 
Ryan. 
Me llamé a mi mismo. 
¿Qué te está pasando?
...................................................................
Clay. 
El ambiente estaba extraño. Llevaba extraño desde que comenzó la semana. 
Y lo peor, no sé porqué. 
112...
Desde el lunes a Ryan le ocurre algo raro, está callado, y no habla con nosotros. Y eso, precisamente en Ryan, es muy raro. Si no fuera porque es un tío, le preguntaría si está embarazado. 
113...
Mason, piensa igual que yo. Hoy no paró de dar vueltas al asunto cuándo Ryan se marchó de la mesa de la cafetería sin probar bocado y sin soltar ninguna palabra, dejándonos a los tres atónitos. Y Mason, creo que sé lo que le pasa a Mason, no soy tonto. Puedo parecerlo ya que tengo la imagen de tonto del grupo, con mis juegos de seducción y que mis notas brillantes, brillantes como las de ellos no son. Pero no me queda ninguna, y eso en un segundo de bachiller. ¿Hola? ¡Soy un genio!
114...
  Y Dave, dios, no para de babear por Melodie. Ahora que Ryan está ausente no se preocupa en ocultar que se siente atraido, y mucho más por ella. Y encima se la come con la mirada delante de mí, cosa que es bastante asquerosa.
Primero, porqué estoy yo delante.
Segundo, porqué mi amigo está mirando a la novia de mi otro amigo. 
Y tercero, porqué veo como Melodie también le mira a él, aún estando con Ryan. 
Sinceramente no me gusta nada como se está poniendo todo. 
115...
Mi vida ya se está convirtiendo en bastante mierda ultimamente, como para que lo único que me saca de ella, mis amigos, se estropeé. 
No. No. Y no. 
No estoy dispuesto a que eso pase. 
116...
Al menos él, no está esta semana. Se ha quedado en alguna ciudad perdida del mundo teniendo una "reunión de empreseraios", o vamos, lo que es lo mismo, engañando a mi madre con otra. 
Pero es casi mejor. Quiero que a mi madre se le abran de una vez los ojos y vea la realidad, que se divorcie de él, y lo denuncie. 
Pero ella dice que es normal, lo tiene tan idolatrado. No me deja si quiera tocarle un pelo, ni si quiera denunciarlo. 
Ella piensa que aunque mi padre le es infiel, aún la quiere. 
Ella realmente cree que mi padre esta en una reunión de negocios. 
Y si, para ella, el maltrato que sufrimos, es una cosa normal. 
117...
Estas últimas semanas viene muy enfadado a casa, cuándo ocurre eso, lo mejor es esconderse en algún lugar hasta que se haya marchado. 
Eso hacía cuándo era pequeño.
118...
Intentó pegar a mi madre, yo me puse entre ellos dos, como siempre hago. 
El maldito cinturón que usaba me dio en los brazos y el costado, latigazos fuertes pero cuidadosos, nada de heridas profundas. Sospecharían.
Mi padre era un cobarde, no usaba ni su propio cuerpo para pegarme. 
119...
Pero no estaba allí, en esa casa dejándome maltratar solo porque quería. 
Acababa de cumplir la mayoría de edad, podía irme de allí en cualquier momento. 
120...
Pero no abandonaría a mi madre. Aunque estuviese cegada. 
Los dos sabíamos perfectamente, que aquella casa y todo lo que teníamos era gracias al dinero de mi padre, si nos marchasemos ahora, no tendríamos nada. O eso cree él. 
Llevo años ahorrando. 
Trabajos de todo, vendiendo cosas, con apuestas y haciendo carreras ilegares con mi moto. 
Era un buen conductor, y debía aprovecharlo. Además las motos era mi pasión, mi verdadero mundo. Llevaba conduciéndolas desde los catorce, en la época en la que conocí a Ryan y Mason. 
121...
Tengo dinero, bastante dinero. 
Esperaría unos meses más, y luego me iría, con mi madre. Aunque no quisiera. 
122...
Y le denunciaría. 
123...
No le vería jamás. 
124...
Y todos los días pensaría en que se estaría pudriendo en la cárcel, entre barrotes, dónde siempre tuvo que estar. 
125...
Respiré. 
El sudor corría por mi cara, mientras me tumbaba en el suelo descansando.
Solo había conseguido hacer 125 flexiones. Me había costado muchísimo, tenía los brazos fatal y doloridos. Malditos brazos. Maldito todo. 
Me levanté de un salto, cogiendo mi camisa que había dejado tirada en la cama, y me observé en el espejo. 
Estaba fuerte. Y atractivo. Tenía un cuerpazo. 
Si no fuera por esos malditos cardenales morados y negros en él. 
Fui hacía la ducha. 
Necesitaba el agua fría para despejarme. 
...............................
Aria.
Esto ya no era tan bueno, como en un principio. 
Yo era una chica solitaria, me gustaba el silencio, pero ahí había tanto que me producía dolor de cabeza. 
Necesitaba ver a alguien. 
Que me hablara o que me insultara. O que solo me ignorara como hacía Ryan. 
Pero sentir su presencia. 
Deseé que Ryan estuviera allí. 
¿Por qué?
Era la primera persona en la que había pensado en ese momento.
Volví a dar vueltas en círculos. 
Quería salir de allí. Pero, ¿Por qué?
Nunca había tenido esa tranquilidad en ningún sitio. 
Estaba confundida, y contradiciéndome. ¿Qué me estaba pasando?
Entonces las fotos me inundaron. Grandes, como si se estuvieran reflejando en esa niebla. Cada una mostrando a alguien diferente de quién había en la anterior. 
William. 
Ethan. 
Joey.
Débora.
Dafne. 
Henry. 
Ryan. 
Lo supe en seguida. 
Esos eran mis siete motivos para salir de ahí.
Cada uno para una cosa distinta. ¿Para cuál?
Eso ya era un misterio.

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