miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 4: La celebración y la dama de honor.


Ryan.

-Sí quiero.
-Yo les declaro marido y mujer.
Fue lo último que se escuchó antes de que mi padre radiante de felicidad le levantase el velo a su mujer, dejando su cara al descubierto, y la besase como yo nunca había visto. 
Recordaba algún beso fugaz de mis padres cuando era pequeño, pero solo eran meros "picos" ya que les daba verguenza ir más allá de eso delante de mí. 
¡Ja! Si les contará yo ahora todo lo que hacía con las chicas con las que me acostaba... 
Los flashes de las cámaras estallaron, mientras se abrazaban, sonreían y saludaban a todo el mundo que se encontraba allí. 
Mi padre me miró aún arriba del altar con su nueva mujer, sonrío como un niño pequeño y me saludó efusivo. 
Debía memorizar esto, y que se quedara grabado en mi mente. 
¿Mi padre así de feliz?
Esto era un record y se lo debía a Dafne, a la que de un momento a otro, iba a conocer. 
Correspondí dandole mi mejor sonrisa y un saludo con la cabeza, dandole a entender que se centrara en su mujer, y que luego ya hablariamos nosotros por separado. 
Y cambié totalmente mi foco de atención a la chica que llevaba observandome toda la boda.
Estaba al lado de los recién casados, con un ramo en las manos. Sin duda una dama de honor. Genial.
La miró de arriba abajo fijamente, aún sabiendo que ella le observaba.
Tenía buen cuerpo, con curvas y proporcionado en los lados adecuados. Su vestido violeta ajustado y corto dejaba correr mi imaginación. Pero casi lo más destacable de ella era su melena pelirroja más allá de la espalda, que la daba un toque de sensualidad a su cuerpo muy poco fácil de resistir. En su cara, no era nada del otro mundo, ojos negros sin toques ni tamaño especiales, cara demasiado afilada a su gusto, pero por lo demás estaba bien. 
Para un poco de diversión se conformaría. 
Pero claro estaba, que esa chica a comparación de su novia, Melodie, no era nada. Ni si quiera la llegaba a la suela de los zapatos. 
Levantó de nuevo la vista después de su exhaustibo análisis, y la guiñó un ojo, mientras ella se ponía tan colorada como un tomate. 
Sonrío para sí mismo. 
Dentro de poco, vendría a él.
......
Fue en la salida cuándo me uní a los invitados para tirar arroz a los novios. Mientras todos gritaban "¡Hurra, hurra, hurra!", en eso, estuve en silencio. 
Demasiado vergonzoso para mí. 
Al final no había podido acercarme a mi padre y su esposa ya que en todo momento habían estado rodeados de gente, y si iba a conocer a la sustituta de su madre, quería que fuese formal y pudiendo ser, algo, en privado. 
Giro la cabeza momentaneamente, para enontrarse los comunes ojos negros de la peliroja sobre él. Esto se tornaba interesante.
......
Mason y yo, nos mirabamos cómplices cada uno desde su asiento, en los diferentes lados del coche. Estábamos solos, sin padres ni esposas. Y la última vez que ocurrió eso en este coche, acabó rayado y echo un desastre. Buenos tiempos...
La parejita de recién casados había decidido irse en una limusina que sorpesivamente había contratado el matrimonia Ritcher con la ayuda de la que era ahora mi nueva familia. Un par de llamadas, conocerse, una propuesta, el trato y ya está. Tienes una flamante limusina negra. 
Claro está, el tío Marcus y su derrochadora amabilidad, habían decidido conducir y hacer de chófer. 
Lo que por suerte nos había dejado el coche libre, y solo para nosotros dos. 
-Adivina, adivinaza... ¿Qué he encontrado hoy en la boda?- dije yo canturreando, mientras desafinaba lo suficiente como para confundir aquello, con un gato al que le acaban de pisar la cola. 
Mason sonrío. Lo sabía perfectamente.
-¿Un pivón? - dijo él haciendose el ingenuo mientras encogía sus hombros con cara de cordero degollado. 
-Sí, una peliroja que no esta mal, tampoco fantástica, pero para divertirme un rato esta bastante bien. 
-Tío, eres cruel. -me contestaba él con una sonrisilla mientras negaba lentamente con la cabeza y giraba hacía la derecha dónde en el lateral de la carretera se encontraba un gigante cartel que ponía con letras negras y grandes:
Buffets Alfred. 
Estábamos llegando.
-No, no lo soy. Solo soy realista.- contrataqué.
No era cruel. Lo tenía muy claro. Lo único es que decía la verdad a la cara y muy pocas personas hacían eso. 
 Si no eras bueno en algo, ¿Para que mentir?  
La chica pelirroja dama de honor, no era precisamente una modelo, pero tan poco íbamos a decir que fuera un engendro. Era normalita. Y con eso me conformaba. 
-¿Y tú? ¿Qué tal? ¿Algo de lo que deba enterarme?- interrogué a Mason, quién se había puesto al momento erguido y aunque intentaba disimularlo algo tenso. Negó rapidamente. Demasiado rápido.
Sin previo aviso alargó su mano para mover el díal y encender la radio, mientras sonaba una balada de rock a la que acompañó en ritmo cuando empezó a tamborilear con los dedos en el volante. 
-Me encanta esta canción.
-Es la primera vez que la oigo. - él asintió, sabe que no me gusta la música. No es que la odie, pero tampoco me entusiasma escucharla. 
Y así es como cambía repentinamente de tema de conversación, y lo más íncreible es que sabe que me he dado cuenta, pero no insisto. Más de una vez cuándo le pregunto sobre esto, me evade totalmente y sale con otra cosa. 
Y sinceramente tengo dos teorías, o tiene una novia secreta, muy extraño en él porque siempre le he considerado un picaflor, o sencillamente le gustan los tíos. 
No lo sé, y me da igual. Tengo claro que sea lo que sea que me oculta es por algo, porque no esta preparado para compartirlo. Debo tener paciencia y esperar, al fin y al cabo es mi mejor amigo, y le conozco tan bien como la palma de mi mano, cuándo quiera, me lo contará.
Le sonrío, y percibió como se relajaba en el asiento del conductor. Yo, empecé a mover la cabeza al son de la música, mientras miraba por la ventana. El cielo, se estaba emcapontando. Mierda.
......
 Fue justo cuándo llegamos a la entrada del restaurante cuándo comenzaron a caer las primeras gotas que precedían a lo que parecía que iba a ser una muy buena tormenta. 
Mi padre no estaba muy contento, odiaba la lluvia igual que yo, pero Dafne sonreía de oreja a oreja viendo caer el agua mientras golpeaba en uno de los cristales del restaurante. Había cuatro gigantescas mesas que ocupaban el salón, no erámos muchos más de sesenta personas, cumpliendo así la normativa de "boda no muy grande" y realmente se agradecía, porque imaginarme aquí a doscientas personas me hacía sentir agobio más que otra cosa. 
Los recién casados se sentaron en los asientos principales y juntos, puediendo ver así la mesa entera y todos sus comoponentes. Yo, me senté al lado de Dafne, y sorpresivamente, la dama de honor pelirroja a mi lado. La chica era más lanzada de lo que parecía. Sonreí. 
Al estar tan cerca de la que era ahora la mujer de mi padre, pude observarla correctamente. 
Su cara era fina, con una naríz pequeña y ojos saltones. Parecida a la de un elfo, que la hacía verse bonita. Llevaba el pelo rubio recogido en un moño, donde unos cuantos mechones le caían por el cuello. Claramente era más joven que mi padre, se la notaba, y mucho más alegre, no paraba de sonreír en todo momento. Su tez era bastante pálida, practicamente blanca, como si de un vampiro se tratase. Era más baja que yo, quizás rondando el metro sesenta y cinco, que para una mujer de su edad estaba bastante bien, pero estaba seguro que cuándo era más joven podía haber llegado incluso al metro setenta. Con lo que había visto en la boda, y su vestido blanco suelto y poco arreglado con un toque hippie sabía que debía tener un buen cuerpo. Bien proporcionada. 
Curiosamente esta mujer no se parecía en nada a mi madre, más bien eran como el agua y el aceite. Mi madre había sido morena, con el pelo negro y totalmente liso y corto. Muy alta, y con cara redonda. Lo único en lo que coincidían eran en lo alegres que eran y el cuerpo bien proporcionado. Nada más, que yo supiera hasta el momento. 
Caí en la cuenta de que me la había quedado mirando fijamente, y ella también. Se giró hacía mí, y su cercanía me hizo darme cuenta de que sus ojos azules eran impresionantes y cautivadores. Lo único que se me pasó por la cabeza en ese instante fue: 
"Mi padre tiene muy buen gusto"
-Eres Ryan ¿No?
 Su voz musical hizo que saliera de ese pensamiento y que mi atención volviera a ella. Asentí. Y sonreí.
-Y usted supongo que Dafne. 
Ella río agradablemente. 
-Voy con vestido blanco, un anillo de compromiso en mi dedo, y me acabo de casar con Henry ¿Quién si no?- reí junto a ella, ante su presentación. Entonces su cara se volvió repentinamente seria- Pero no me llames de usted, me hace parecer que tengo los ochenta. ¡Y todavía no he cumplido los cuarenta!
Levantó las manos haciendo aspavientos. Reí de nuevo, y luego paré. Espera... ¿Había dicho que aún no tenía los cuarenta? 
 -¿Cuán...? - intenté preguntar yo antes de que me cortara. Debía haber visto mi cara de desconcierto.
-Nos llevamos quice años. ¿Henry no te lo había dicho?
Quince años. Ella tenía quince años menos. 
No, mi padre no me lo había dicho. Parecía que siempre se le olvidaba contarme estos no tan pequeños detalles. 
-Esto no...- dije yo con una pequeña mueca. 
-Este esposo mío...- suspiró mientras miraba , negando con la cabeza y una sonrisilla, a mi padre quién hablaba animadamente con dos señores mayores. ¿Mis nuevos abuelos? Quizás.
-Sinceramente Dafne, eres diferente a lo que pensé. - me sincericé con ella. Al fin y al cabo iba a vivir en mi casa y era ahora mi madrastra, mejor tener una buena relación con ella. 
Vi la sorpresa reflejada en su afilado rostro. 
-¿Sí? - preguntó ella con duda y algo de preocupación -¿Y eso es bueno o malo?
Suponía que ella también quería comenzar con buen pie la relación con su hijastro. Sonreí suavemente, lo que hizo que ella se relajara un poco y me mirara con ojos brillantes ansiosos por lo que tenía que decir.
-Es bueno, tranquila.- soltó un suspiro de alivio. Parece ser que eso de tener que caer bien al hijo de tu marido debía ser importante para la mujer.- Realmente, y de lo poco que sabía de ti, bueno ahora tampoco es que sepa mucho, pero, por lo que he visto sé que eres diferente a como me imaginé. Pensaba que serías una de esas rubias teñidas, e insoportables en la que su mayor preocupación era su cutis. Estaba algo preocupado. 
Sin esperámelo, ella se alzó hacía mí, y me plantó dos sonoros besos en las mejillas, que hiceron que toda la mesa, y sobre todo mi padre se nos quedaran mirando. 
Al momento de separarnos los dos nos ruburizamos, y mi padre río por lo bajo. Se iba a enterar, un día de estos me vengaría. Pero algo en mi corazón se calmó, él estaba feliz, y sabía que por la forma que esta mujer miraba a mi padre mientras reía, y le daba un puñetazo juquetón en el hombro, se querían.
Fue entonces cuando viendo la escena de los recién casados, noté su mano en mi pierna. 
Abrí los ojos por el asombro y me tensé, pero luego recuperé la compostura, recordandome a mi mismo que la persona que estaba allí, en la silla de la derecha a mi lado, era esa pelirroja con la que tenía planeado pasar un muy agradable rato. 
Bajé mi mano y tapé la suya con la mía. Noté su pequeño sobresalto, la miré de reojo y vi como un pequeño rubor aparecía en sus mejillas. Había empezado ella. Ahora comenzaba la verdadera diverisión.
Cogí su mano y la llevé a su pierna, la acaricié mientras bajaba mi mano por su pierna. 
Acerqué disimuladamente mi silla a la suya, mientras me arrimaba a ella, hacía su oreja. Posé mis labios  y rozándolos contra el lóbulo de su oreja, le susurré la frase que siempre utilizaba para estos casos. 
-¿Sabes? Eres lo más bonito de este lugar. 
Ella se giró hacía mí, pestañeó coquetamente, y yo la guiñé un ojo.  
 Y cuándo ya estaba subiendo la mano que tenía en su muslo hacía más arriba, noté una pequeña patada en mi otra pierna. 
Me di la vuelta en busca del causante del golpe, y algo impresionado me encontré a Dafne mirándome con un fingido ceño fruncido. Me hizo una señal con el dedo para que me acercara a ella, y así lo hice. 
-Ryan, chico- me murmuró con un intento de tono serio pero sin poder ocultar la diversión- Llevatela a otro lugar, pero no aquí, en frente de tu padre. ¿De acuerdo?
No pude impedir soltar una pequeña carcajada, al final esta mujer iba a guardar más sorpresas de las que pensaba. Se había dado cuenta, de nuestro toqueteo y encima que era con su dama de honor. 
-Vale, vale. Lo siento. Ya me marcho.
Ella asintió sonriente y volvió con mi padre que parecía más feliz que un regaliz, y yo con mi pelirroja que en aquel instante me miraba intensamente, tanto que parecía que me estaba desnudando con los ojos ahí mismo. 
Escuché una leve risa al otro lado de la mesa, y pude observar como allí, en el final del todo, estaba Mason, tapándose la boca y riendo como un niño pequeño, haciendo que más de una mirada curiosa se enfocara en él. Me había visto. Y sabía que se burlaría de mí y del consejo de mi nueva madre por toda mi vida y la suya juntas. 
Volví con mi dama de honor. Y la indiqué que nos marchasemos de allí, con lo que estuvo de acuerdo en menos de un segundo, y asintió emocionadamente.
Nos levantamos de la mesa, sin atraer muchas miradas, y ya fuera de la vista de los invitados y sobretodo de mi padre y Dafne, la cogí de la mano, y la llevé a los cuartos de baño. Dónde entre sonrisas pícaras y piropos falsos, nos metíamos en un compartimento, y empezábamos a quitarnos la ropa.
Misión cumplida.


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